“Pasteles grasos permanentes”.
¡Joder! ¡Suena como el culo! Suena a que engorda.
Graso es una palabra que da a gordo.
Que no digo yo que no haya que usarla, porque es mejor que te digan
que estás gordo que no que anden buscando enrevesados eufemismos
para no decir la palabra prohibida. Es el clásico “de color” en
vez de “negro”. Eso es más ofensivo. Porque delata que hay algo
detrás que es grave, gravísimo.
Si eres gordo o negro es mejor
desdramatizar la movida en vez de taparla. Vamos, que no digo yo que
haya ningún drama, pero ya me entendéis. Yo desde que tengo
barriga, la verdad, me siento estupendamente.
Me recuerdo a Bruce Willis en Pulp
Fiction, cuando su novia portuguesa, María de Medeiros, si no
recuerdo mal, le decía que ella querría tener barriga. ¡Menuda
jeta! ¡Maldita zorra! Si pesaras 130 kilos igual no tratabas ese
tema con tanta ligereza.
No, pero en serio. La Medeiros ahí
dijo algo bueno. Parece que por fin ha salido algo bueno de Portugal.
A mi, chico, no es por consolarme, pero mi barriga me mola. Además
tengo el ombligo hundido, que lo asocio a las personas inteligentes,
al contrario de los ombligos salidos para fuera que los asocio a las
personas tontas.
Gigante, de Doraemon, tiene el ombligo
pa fuera. ¡Y es más tonto que una fregona! Por tanto, si yo lo
tengo al revés, en vez de muy pa fuera muy pa dentro, quiere decir
que soy muy inteligente.
Esto es evidente.
Cristalino.
Puro.
Por otro lado la barriga es gustosa de
tocar. Está blandita, tiene un poco de pelo, lo justo y me parece
que me da un aspecto entre tierno y varonil. Yo veo a la gente
llorando por las esquinas porque “se hace mayor” y ¡caray! Yo
jamás pensé que esto de “hacerme mayor” me iba a gustar tanto.
Ya no tengo que jugar al fútbol. Ya no
tengo que salir de copas. Ya no tengo que meter barriga, ahora la
saco, como os cuento. ¿Qué carajo tiene esto de malo? ¡Dios mío,
por fin puedo comportarme de una manera cuando menos parecida a lo
que yo soy de verdad! ¿Dónde está el puto drama?
Imagino que el drama es para la gente
que le gustaba realmente jugar al fútbol y tomar copas por la noche.
Sí, así visto sí que entiendo que es jodido, sí. ¡Pero, joder,
lo siento, yo no tengo ese problema! ¡Para una vez que la moneda cae
de mi lado...! ¡Lo siento, man, siento que no te puedas matar a gin
tonics! Pero hay otras cosas en la vida, no sé. Algo habrá, digo
yo. ¿No?
El otro día le tuve que llevar el
taca-taca de mi abuela a un amigo que se jodió el lumbago. A él eso
de “verse viejo” le espantaba. Y, no sé, probé yo el puto
taca-taca, a ver si era tan jodido como todo el mundo dice. ¡Me cago
en todo! ¡Eso es una maravilla! ¡Pero si casi no tienes que hacer
trabajo! ¡La espalda te reposa que no veas!
Yo creo que voy a ser un viejo feliz.
No por sabio y eso, que también. Creo que seré feliz porque soy un
tipo diseñado para las cosas de viejo. Me gusta el ritmo reposado,
conducir despacio. Me gustan los alimentos suavecitos, que no me
monten un cristo en el estómago que no te menees. Me gusta pasarme
el día tirado. ¡Me encanta cagarme encima! ¡Dios mío, preparaos
para cuando sea viejo porque voy a pasarme el día cagándome en los
pañales! ¡Y para más inri la gente cuando eres viejo te cambia los
pañales y te limpia el culo, esperando a que tú tengas a bien
llenarles la cara de mierda de nuevo!
De verdad, ¿qué problema tenéis con
eso de ser viejo?
Si no fuera porque me parece que sería
ir provocando, hoy, ya mismo, iría con bastón por la calle. ¡Es
mucho más cómodo! ¡Vas más apoyado! Es mucho mejor.
¿Tanto te jode “dejar de ser joven”?
Lamento informarte de que los realmente jóvenes no tenemos un
concepto de la juventud tan superficial, que sólo tenga que ver con
el número y profundidad de las arrugas.
Ser joven es flipar con la movida. Ser
joven es molar. Ser joven es hacer limonada si tienes limones. ¿Tú
cómo te lo pasabas bien de niño, cuando eras más joven imposible?
Pues me imagino que como yo: con lo primero que se cruzase en tu
camino. Bien, pues así es como me lo paso yo bien hoy: con lo
primero que pillo. ¿Que pillo un taca-taca? ¡De puta madre! ¡Así
no tengo que hacer fuerza con la espalda! ¿Que me ponen 100 de
límite de velocidad? ¡De puta madre! Así no me mato. ¿Que no
puedo beber hasta perder el conocimiento? De puta madre, así no lo
pierdo.
Me temo que la molonidad me hace
eterno, con o sin taca-taca. La molonidad, mi alma, mi belleza, mi
ser, me eleva por encima de los burdos límites que suele imponer la
carne al común de los mortales. Me temo que la molonidad me eleva
por encima de los límites que hasta ahora ha conocido la humanidad.
Mi molonidad es tan fabulosa, tan insólita, tan nueva, tan fuera de
límites, que me hace inmune a la muerte.
Tanto es lo que molo. Tanto es lo que
soy.