miércoles, 21 de septiembre de 2016

Faber-Castell 12 Pasteles grasos permanentes


“Pasteles grasos permanentes”. ¡Joder! ¡Suena como el culo! Suena a que engorda.


Graso es una palabra que da a gordo. Que no digo yo que no haya que usarla, porque es mejor que te digan que estás gordo que no que anden buscando enrevesados eufemismos para no decir la palabra prohibida. Es el clásico “de color” en vez de “negro”. Eso es más ofensivo. Porque delata que hay algo detrás que es grave, gravísimo.

Si eres gordo o negro es mejor desdramatizar la movida en vez de taparla. Vamos, que no digo yo que haya ningún drama, pero ya me entendéis. Yo desde que tengo barriga, la verdad, me siento estupendamente.


Me recuerdo a Bruce Willis en Pulp Fiction, cuando su novia portuguesa, María de Medeiros, si no recuerdo mal, le decía que ella querría tener barriga. ¡Menuda jeta! ¡Maldita zorra! Si pesaras 130 kilos igual no tratabas ese tema con tanta ligereza.

No, pero en serio. La Medeiros ahí dijo algo bueno. Parece que por fin ha salido algo bueno de Portugal. A mi, chico, no es por consolarme, pero mi barriga me mola. Además tengo el ombligo hundido, que lo asocio a las personas inteligentes, al contrario de los ombligos salidos para fuera que los asocio a las personas tontas.


Gigante, de Doraemon, tiene el ombligo pa fuera. ¡Y es más tonto que una fregona! Por tanto, si yo lo tengo al revés, en vez de muy pa fuera muy pa dentro, quiere decir que soy muy inteligente.

Esto es evidente.


Cristalino.

Puro.


Por otro lado la barriga es gustosa de tocar. Está blandita, tiene un poco de pelo, lo justo y me parece que me da un aspecto entre tierno y varonil. Yo veo a la gente llorando por las esquinas porque “se hace mayor” y ¡caray! Yo jamás pensé que esto de “hacerme mayor” me iba a gustar tanto.

Ya no tengo que jugar al fútbol. Ya no tengo que salir de copas. Ya no tengo que meter barriga, ahora la saco, como os cuento. ¿Qué carajo tiene esto de malo? ¡Dios mío, por fin puedo comportarme de una manera cuando menos parecida a lo que yo soy de verdad! ¿Dónde está el puto drama?


Imagino que el drama es para la gente que le gustaba realmente jugar al fútbol y tomar copas por la noche. Sí, así visto sí que entiendo que es jodido, sí. ¡Pero, joder, lo siento, yo no tengo ese problema! ¡Para una vez que la moneda cae de mi lado...! ¡Lo siento, man, siento que no te puedas matar a gin tonics! Pero hay otras cosas en la vida, no sé. Algo habrá, digo yo. ¿No?

El otro día le tuve que llevar el taca-taca de mi abuela a un amigo que se jodió el lumbago. A él eso de “verse viejo” le espantaba. Y, no sé, probé yo el puto taca-taca, a ver si era tan jodido como todo el mundo dice. ¡Me cago en todo! ¡Eso es una maravilla! ¡Pero si casi no tienes que hacer trabajo! ¡La espalda te reposa que no veas!


Yo creo que voy a ser un viejo feliz. No por sabio y eso, que también. Creo que seré feliz porque soy un tipo diseñado para las cosas de viejo. Me gusta el ritmo reposado, conducir despacio. Me gustan los alimentos suavecitos, que no me monten un cristo en el estómago que no te menees. Me gusta pasarme el día tirado. ¡Me encanta cagarme encima! ¡Dios mío, preparaos para cuando sea viejo porque voy a pasarme el día cagándome en los pañales! ¡Y para más inri la gente cuando eres viejo te cambia los pañales y te limpia el culo, esperando a que tú tengas a bien llenarles la cara de mierda de nuevo!

De verdad, ¿qué problema tenéis con eso de ser viejo?


Si no fuera porque me parece que sería ir provocando, hoy, ya mismo, iría con bastón por la calle. ¡Es mucho más cómodo! ¡Vas más apoyado! Es mucho mejor.

¿Tanto te jode “dejar de ser joven”? Lamento informarte de que los realmente jóvenes no tenemos un concepto de la juventud tan superficial, que sólo tenga que ver con el número y profundidad de las arrugas.


Ser joven es flipar con la movida. Ser joven es molar. Ser joven es hacer limonada si tienes limones. ¿Tú cómo te lo pasabas bien de niño, cuando eras más joven imposible? Pues me imagino que como yo: con lo primero que se cruzase en tu camino. Bien, pues así es como me lo paso yo bien hoy: con lo primero que pillo. ¿Que pillo un taca-taca? ¡De puta madre! ¡Así no tengo que hacer fuerza con la espalda! ¿Que me ponen 100 de límite de velocidad? ¡De puta madre! Así no me mato. ¿Que no puedo beber hasta perder el conocimiento? De puta madre, así no lo pierdo.

Me temo que la molonidad me hace eterno, con o sin taca-taca. La molonidad, mi alma, mi belleza, mi ser, me eleva por encima de los burdos límites que suele imponer la carne al común de los mortales. Me temo que la molonidad me eleva por encima de los límites que hasta ahora ha conocido la humanidad. Mi molonidad es tan fabulosa, tan insólita, tan nueva, tan fuera de límites, que me hace inmune a la muerte.


Tanto es lo que molo. Tanto es lo que soy.