Esta fue la primera Nintendo DS que
salió. Bueno, la segunda, que la primera sólo era gris. El primer
modelo, quiero decir.
Luego han venido muchas más, la DSi,
la DS XL, la 3DS, la New 3DS y algunas XL que me dejo por el camino,
para no abarrotar.
Pero vamos, que la original la tengo
yo, que es a lo que voy.
Ser pionero es una cosa como muy guay,
pero cuando lo eres no tienes ni puta idea de que lo estás siendo.
Los peregrinos que llegaron a Norteamérica no creo que se vieran
como unos héroes venerados por generaciones, se verían, digo yo,
como una panda de mataos que estaban pasando las de Caín.
De igual modo, yo me pillé esta DS no
porque estuviera de moda, hip, sino porque pensé que El Auténtico
Espíritu de los Videojuegos volvía. Aquel que se fue con la Super
Nintendo y no volvió hasta la Nintendo DS.
Y ya ves, hoy soy un pionero, y me
envidias de la hostia. Y yo, como soy la hostia de displicente, ni te
miro, como mi gata. Mi gata si no sabes acercarte a ella ni te mira.
Lo mismo hago yo.
Los pioneros tenemos un estilo de vida
pionero. En el momento es raro, pero lo que es en realidad es
adelantado a su tiempo. Para eso te lo enseñamos, para que tú, que
no tienes ni la lucidez ni la pericia ni el valor puedas saber por
dónde van los tiros.
Los pioneros, por tanto, somos duros
como la roca, porque hemos de pasar entre tus miradas de muerte como
si tal cosa. Para eso nuestra vida pionera nos ha endurecido la piel.
Como viejos elefantes recubiertos de
barro seco, pasamos a través de las lanzas que apuntas contra
nuestro corazón. Más que a través, las rompemos con el corazón
mismo, que se nos ha hecho más duro que sus puntas.
¡Ah, amigo! ¡No me envidies por ser
lo que soy! ¡En este trabajo no aguantarías ni un día, te lo
aseguro!
Los pioneros no te hacemos caso porque
nos cuentas cosas que nosotros hemos resuelto hace años. No es que
no te apreciemos, ni mucho menos, es que lo que nos cuentas no nos
interesa. Lo siento.
¡Tampoco es para tanto! ¿No?
En vez de envidiarme, cenutrio,
imítame. Porque yo soy aquello que tú querrás tener dentro de 10
años, cuando tu cerebro de gusanito haya resulto la ecuación trampa
en la que estás atrapado. Ya ves, yo resolví esa ecuación hace ya
casi diez años, con la ayuda del Padre, claro, y vi la salida de la
misma forma que tú ves cómo Terelu se hace la lipo.
Pero como tú eres tonto, permíteme,
no te has dado cuenta siquiera de que vives en una ecuación trampa,
en la que al final te quedas sin nada. Así que sigues jugando la
partida como si nada, sin darte cuenta de lo que está por llegar.
¡Ah, amigo! ¡Da gracias que yo esté
aquí! ¡Yo ya atravesé ese agujero de gusano que tú estás a punto
de atravesar! Me voy a morir de risa de ti, en serio. Has ido de guay
y ahora vas a palmar. ¡Jajajaja!
No, sin rencores. ¡No sabías lo que
hacías! Pero un poco de guay sí que fuiste, reconócemelo.
Pero reconoce también que aquí el
único guay de verdad soy yo y, por tanto, por encima de ti terminaré
siempre por quedar.
¿O no? Pues claro que sí.