Megaconsolas llega de nuevo a El Corte
Inglés. Oye, 130 números, ni una puta broma. Pon que sea mensual,
como poco quincenal, digo yo. Y ahí la tienes, 130 números. En El
Corte Inglés hacen movimientos lentos y pesados, pero todos seguros.
La Megaconsolas es una mierda, un
entretenimiento muy leve que, oye, te puede servir para apañarte un
viaje en autobús si no acabas tirando de smartphone. Y para hacerte
posters old school, recortando páginas de una revista. Pero encima
en este número no hay nada interesante y no puedo recortar nada. O
sea, que fracaso absoluto, el 130.
Este es un gasto tonto, regulero, que
me hace tener una simpatía tierna por El Corte Inglés, pero tampoco
pienso ni que saben de videojuegos ni que “piensen en los gamers”
ni nada por el estilo. Lo que me hace pensar es que el responsable de
esta parte del negocio, entre puro y ostra, habrá pensado que no
estaría mal que se hiciera una revistucha para los niñatos esos de
las maquinitas.
¡Y aquí la tenemos! Una revista que
se llama Megaconsolas, que nos trata como los niños tontos que
somos. No nos pica en la inteligencia, no nos reta en modo alguno,
sólo nos da un encefalograma plano que es lo que ofrece al mundo El
Corte Inglés.
Ya sabéis que estoy muy a favor del
encefalograma plano, porque cuando el cerebro se desboca sólo lo
puede parar El Corte Inglés, de un hostiazo.
El encefalograma plano es la bomba
atómica de un mundo en el que ya no se permite tirar bombas. Está
mal visto. Ya sé que se tiran algunas todavía pero a nadie se le
pasa por la cabeza ya tirar un pepino en Hiroshima, porque allí se
lió parda y todos terminamos avergonzados.
Sin embargo la gente todavía necesita
acabar una discusión cortando por lo sano, porque hay gente con la
que no se puede razonar. Para esas situaciones está diseñado el
encefalograma plano.
El encefalograma plano te permite
zanjar discusiones sin recurrir a cruentas matanzas. Dejas a la gente
con el cerebro en stand by y ahí ya tienes tú la partida ganada.
Puedes suministrarle cosas que no les hagan pensar para que así,
poco a poco, vayan mermando su inteligencia, por su mera presencia en
el ambiente. Y así puedes mandarles tú por los vericuetos que les
quieras meter porque simplemente no piensan. Y no hay nada más
cómodo que un compañero de viaje que no piensa.
Estos son los métodos actuales de
dominación, silenciosos, sibilinos pero no por eso menos eficaces.
Es más, te hacen relamerte de cuan espectacular es tu astucia para
engañar.
Si quieres ganar una batalla
simplemente tienes que utilizar estos métodos. Cuanto menos
evidentes sean más aplastante será tu victoria. Si quieres aprender
estos métodos sin gastarte un duro te recomiendo que te vengas
conmigo a mi pueblo. Allí aprenderás sutiles métodos de
intimidación que manejamos cotidianamente como un pianista maneja el
piano. Nuestra pericia es tal que ya no sabemos que estamos haciendo
trampas. Las hacemos porque nos creemos que la vida es así. No vemos
más allá.
El Corte Inglés tampoco es consciente
de que hace trampas. Para ellos la vida es así, sencilla, y eso de
manipular a la gente mediante intimidación sutil no lo ven como una
herramienta innoble, ya que ni siquiera se dan cuenta de que están
utilizando una herramienta. Creen que ellos mismos son la
herramienta. Máquina y hombre se fundieron para crear un engendro
cyborg diseñado para aplastar todo aquello que se interponga en su
paso.
Como casi todo, esto no se puede vencer
con más fuego. Se trata de ver el tierno niño que hay detrás de
este despropósito y mostrarle tu amor de la manera que a ti te sea
más cómoda. Así, con esa mágica medicina, el amor, el niño irá
dándose cuenta de que está unido a una máquina de peculiar manera
y él mismo se deshará de ella cuando se dé cuenta que en ti tiene
un amigo y no necesita la máquina para nada, porque en tu compañía
se da cuenta de que no hay nada que aplastar en esta puta vida que
entre manos tenemos.
Así que nada, mientras el tonto de
turno cae de la burra nosotros a leer Megaconsolas, para entender
mejor ese cerebro de baja calidad que nuestro amigo tiene dentro de
la cocorota.