martes, 27 de septiembre de 2016

Megaconsolas nº 130


Megaconsolas llega de nuevo a El Corte Inglés. Oye, 130 números, ni una puta broma. Pon que sea mensual, como poco quincenal, digo yo. Y ahí la tienes, 130 números. En El Corte Inglés hacen movimientos lentos y pesados, pero todos seguros.


La Megaconsolas es una mierda, un entretenimiento muy leve que, oye, te puede servir para apañarte un viaje en autobús si no acabas tirando de smartphone. Y para hacerte posters old school, recortando páginas de una revista. Pero encima en este número no hay nada interesante y no puedo recortar nada. O sea, que fracaso absoluto, el 130.

Este es un gasto tonto, regulero, que me hace tener una simpatía tierna por El Corte Inglés, pero tampoco pienso ni que saben de videojuegos ni que “piensen en los gamers” ni nada por el estilo. Lo que me hace pensar es que el responsable de esta parte del negocio, entre puro y ostra, habrá pensado que no estaría mal que se hiciera una revistucha para los niñatos esos de las maquinitas.


¡Y aquí la tenemos! Una revista que se llama Megaconsolas, que nos trata como los niños tontos que somos. No nos pica en la inteligencia, no nos reta en modo alguno, sólo nos da un encefalograma plano que es lo que ofrece al mundo El Corte Inglés.

Ya sabéis que estoy muy a favor del encefalograma plano, porque cuando el cerebro se desboca sólo lo puede parar El Corte Inglés, de un hostiazo.


El encefalograma plano es la bomba atómica de un mundo en el que ya no se permite tirar bombas. Está mal visto. Ya sé que se tiran algunas todavía pero a nadie se le pasa por la cabeza ya tirar un pepino en Hiroshima, porque allí se lió parda y todos terminamos avergonzados.

Sin embargo la gente todavía necesita acabar una discusión cortando por lo sano, porque hay gente con la que no se puede razonar. Para esas situaciones está diseñado el encefalograma plano.


El encefalograma plano te permite zanjar discusiones sin recurrir a cruentas matanzas. Dejas a la gente con el cerebro en stand by y ahí ya tienes tú la partida ganada. Puedes suministrarle cosas que no les hagan pensar para que así, poco a poco, vayan mermando su inteligencia, por su mera presencia en el ambiente. Y así puedes mandarles tú por los vericuetos que les quieras meter porque simplemente no piensan. Y no hay nada más cómodo que un compañero de viaje que no piensa.

Estos son los métodos actuales de dominación, silenciosos, sibilinos pero no por eso menos eficaces. Es más, te hacen relamerte de cuan espectacular es tu astucia para engañar.


Si quieres ganar una batalla simplemente tienes que utilizar estos métodos. Cuanto menos evidentes sean más aplastante será tu victoria. Si quieres aprender estos métodos sin gastarte un duro te recomiendo que te vengas conmigo a mi pueblo. Allí aprenderás sutiles métodos de intimidación que manejamos cotidianamente como un pianista maneja el piano. Nuestra pericia es tal que ya no sabemos que estamos haciendo trampas. Las hacemos porque nos creemos que la vida es así. No vemos más allá.

El Corte Inglés tampoco es consciente de que hace trampas. Para ellos la vida es así, sencilla, y eso de manipular a la gente mediante intimidación sutil no lo ven como una herramienta innoble, ya que ni siquiera se dan cuenta de que están utilizando una herramienta. Creen que ellos mismos son la herramienta. Máquina y hombre se fundieron para crear un engendro cyborg diseñado para aplastar todo aquello que se interponga en su paso.


Como casi todo, esto no se puede vencer con más fuego. Se trata de ver el tierno niño que hay detrás de este despropósito y mostrarle tu amor de la manera que a ti te sea más cómoda. Así, con esa mágica medicina, el amor, el niño irá dándose cuenta de que está unido a una máquina de peculiar manera y él mismo se deshará de ella cuando se dé cuenta que en ti tiene un amigo y no necesita la máquina para nada, porque en tu compañía se da cuenta de que no hay nada que aplastar en esta puta vida que entre manos tenemos.

Así que nada, mientras el tonto de turno cae de la burra nosotros a leer Megaconsolas, para entender mejor ese cerebro de baja calidad que nuestro amigo tiene dentro de la cocorota.