martes, 13 de septiembre de 2016

Perforette


Nunca me había fijado en cómo se llamaba esta maquinita que tanto me recuerda a mi infancia, pero resulta que tiene nombre de putita.


Cuando eres pequeño te gustan las rubias cañón. Como no has sufrido varapalos en la vida no buscas en una mujer un apoyo para tu lastre emocional, lo que buscas es que sea la que esté más buena de todas. Eso es evidente.

Luego te haces mayor y tu gusto se vuelve sesgado por las hostias. Pero la rubia cañón ahí sigue, diciendo “cuando te limpies de todas esas mierdas que tienes encima ven a verme”.


Yo le podría decir lo mismo a la rubia, que ahora que ha crecido está tan o más llena que yo de mierda, pero no entraré en agravios comparativos porque, por alguna razón, a la gente le sientan muy mal. Debe ser porque los gano todas y cada una de las veces.

Cómo sois.


La rubia cañón, como estaba tan cañón, se ha ido manchando de mierda de los chulitos de la clase de turno. Y, nena, si hay una mierda más cenagosa, más pútrida, es esa. Me temo que tu lodo no tiene nada que ver con el mío. Mi mierda es muy aparente, es como un montón de mierda de elefante puesta encima mía, así, plaf, pero en el momento que me dé la gana me salgo de debajo del montón, me pego una ducha y ya estoy listo.

Sin embargo la tuya es como chapapote pegado a una gaviota. Haber frecuentado esas compañías te ha recubierto de una mierda que está tan pegada a ti que a primera vista se podría decir que forma parte de ti. Afortunadamente has ido a dar con el más lince de los hombres y veo que eso no es así de ninguno de los modos.


Me temo que para limpiarte de esa mierda vas a tener que trabajar bastante más que yo. La tuya es de estropajo de alambre, la mía es de duchita y poco más. Yo es que soy un tío espectacular, hago alarde de la mierda que me recubre, tanto la amo que mi amor ha creado una fina capa de energía a mi alrededor que consigue que la mierda, realmente, no me toque siquiera la piel.

Son los milagros del amor. Algún día te hablaré de eso.


Sin embargo, tú, que tan pulcra eres, que tanto desprecias la mierda, has conseguido que se te llegue a pegar al no estar protegida por el amor a la mierda. Ama a tus enemigos es una fórmula poderosa, no es simple teoría.

Yo soy un amante de la mierda. Para eso vivo, para zambullirme en el cacaferio que es este mundo. Jamás habría soñado un lodazal parecido. Este mundo está tan repleto de bajas vibraciones que para mi es un parque de atracciones, donde puedo hacer figuritas de mierda e, incluso, comérmela.


Sin embargo para ti esto de vivir en el lodo es un estorbo. Por eso me necesitas. Porque yo soy aquel que sabe hacer, mágicamente, que el engrudo se despegue de tu piel. Me temo que vuelvo a tener la sartén por el mango una vez más.

Admito que mi talento es natural, no aprendido. Y esa es otra, que por mucho que te busques a otro no te va a dar lo que realmente necesitas, porque tú lo único que necesitas en esta vida es que separen tu delicada piel de la mierda. Otros te darán otras cosas, no digo yo que no, pero nunca lo que realmente quieres.


¡Diablos! ¿Soy un hijo de puta retorcido o qué? ¡Llevo guardándome esta carta desde que empezamos la partida! ¡Y mira que hace tiempo ya! ¿No te maravillas de mi paciencia? ¿No admiras mi estilo, mimético al de las élites, de hacer un trabajo concienzudo y constante? Podría haberme dejado llevar por mi vanidad y despreciarte por no ser tan deslumbrante como yo, pero me callé. Porque así podría jugar esa carta justo cuando la necesitara. Es decir, cuando nuestra relación llegara a un punto crucial.

Y ahora que estamos en ese punto, mi querida rubia, tengo una carta de más valor que la tuya. Sólo me queda esta, pero es todo lo que necesito para derrotarte, una vez más. Como ves, juegas con el más asqueroso tramposo del planeta.


¿Cómo no me vas a querer?