Nunca me había fijado en cómo se
llamaba esta maquinita que tanto me recuerda a mi infancia, pero
resulta que tiene nombre de putita.
Cuando eres pequeño te gustan las
rubias cañón. Como no has sufrido varapalos en la vida no buscas en
una mujer un apoyo para tu lastre emocional, lo que buscas es que sea
la que esté más buena de todas. Eso es evidente.
Luego te haces mayor y tu gusto se
vuelve sesgado por las hostias. Pero la rubia cañón ahí sigue,
diciendo “cuando te limpies de todas esas mierdas que tienes encima
ven a verme”.
Yo le podría decir lo mismo a la
rubia, que ahora que ha crecido está tan o más llena que yo de
mierda, pero no entraré en agravios comparativos porque, por alguna
razón, a la gente le sientan muy mal. Debe ser porque los gano todas
y cada una de las veces.
Cómo sois.
La rubia cañón, como estaba tan
cañón, se ha ido manchando de mierda de los chulitos de la clase de
turno. Y, nena, si hay una mierda más cenagosa, más pútrida, es
esa. Me temo que tu lodo no tiene nada que ver con el mío. Mi mierda
es muy aparente, es como un montón de mierda de elefante puesta
encima mía, así, plaf, pero en el momento que me dé la gana me
salgo de debajo del montón, me pego una ducha y ya estoy listo.
Sin embargo la tuya es como chapapote
pegado a una gaviota. Haber frecuentado esas compañías te ha
recubierto de una mierda que está tan pegada a ti que a primera
vista se podría decir que forma parte de ti. Afortunadamente has ido
a dar con el más lince de los hombres y veo que eso no es así de
ninguno de los modos.
Me temo que para limpiarte de esa
mierda vas a tener que trabajar bastante más que yo. La tuya es de
estropajo de alambre, la mía es de duchita y poco más. Yo es que
soy un tío espectacular, hago alarde de la mierda que me recubre,
tanto la amo que mi amor ha creado una fina capa de energía a mi
alrededor que consigue que la mierda, realmente, no me toque siquiera
la piel.
Son los milagros del amor. Algún día
te hablaré de eso.
Sin embargo, tú, que tan pulcra eres,
que tanto desprecias la mierda, has conseguido que se te llegue a
pegar al no estar protegida por el amor a la mierda. Ama a tus
enemigos es una fórmula poderosa, no es simple teoría.
Yo soy un amante de la mierda. Para eso
vivo, para zambullirme en el cacaferio que es este mundo. Jamás
habría soñado un lodazal parecido. Este mundo está tan repleto de
bajas vibraciones que para mi es un parque de atracciones, donde
puedo hacer figuritas de mierda e, incluso, comérmela.
Sin embargo para ti esto de vivir en el
lodo es un estorbo. Por eso me necesitas. Porque yo soy aquel que
sabe hacer, mágicamente, que el engrudo se despegue de tu piel. Me
temo que vuelvo a tener la sartén por el mango una vez más.
Admito que mi talento es natural, no
aprendido. Y esa es otra, que por mucho que te busques a otro no te
va a dar lo que realmente necesitas, porque tú lo único que
necesitas en esta vida es que separen tu delicada piel de la mierda.
Otros te darán otras cosas, no digo yo que no, pero nunca lo que
realmente quieres.
¡Diablos! ¿Soy un hijo de puta
retorcido o qué? ¡Llevo guardándome esta carta desde que empezamos
la partida! ¡Y mira que hace tiempo ya! ¿No te maravillas de mi
paciencia? ¿No admiras mi estilo, mimético al de las élites, de
hacer un trabajo concienzudo y constante? Podría haberme dejado
llevar por mi vanidad y despreciarte por no ser tan deslumbrante como
yo, pero me callé. Porque así podría jugar esa carta justo cuando
la necesitara. Es decir, cuando nuestra relación llegara a un punto
crucial.
Y ahora que estamos en ese punto, mi
querida rubia, tengo una carta de más valor que la tuya. Sólo me
queda esta, pero es todo lo que necesito para derrotarte, una vez
más. Como ves, juegas con el más asqueroso tramposo del planeta.
¿Cómo no me vas a querer?