Joder, cómo me las gasto. No Coca-Cola
Zero, no. Yo, Coca-Cola Zero Zero. Yo siempre más.
Hay que ser siempre más. Mi amigo
Manolo, uno de los tipos más espectaculares que tengo el gusto de
conocer, tenía en el colegio una camiseta. Bueno, tenía dos. Una
ponía, en grande, “Odio a Leticia Sabater”. ¡Ojo, que esto era
hace muchos años! El odio a Leticia Sabater no estaba tan asentado
en la sociedad como hoy. De alguna manera, Manolo ahí mostró cierto
carácter pionero.
Pero luego tenía otra camiseta, que es
a la que voy: esta era mucho más jodida, mucho más
“grrrrooooaaaarrrr”. Ponía, sin cortarse un pelo “Second place
is the first loser”. ¡Cojones, Manolo! ¡Tú no te andas con
tonterías! ¡Tú, o el primer puesto o nada! ¡Con lo digna que es
una plata!
Manolo era un macho camacho, razón por
la que me molaba, ya que yo a los hombres machos camachos los admiro
mucho y me pego a ellos para ver si se me pega algo a mi también.
Algo hemos aprendido todos de todos.
El caso es que Manolo con esa camiseta
proclamaba algo que hoy en la sociedad casi está extendido, o por lo
menos suficientemente presente: el ansia de gol. Hoy que Cristiano o
Ivra digan de sí mismos que son los mejores de todo el universo es
algo de lo que nadie se extraña. Antes no, antes si decías eso eras
tachado de arrogante y la gente te daba de lado. Hoy, sin embargo,
está asociado con sacar los dientes, y en la sociedad hoy es
imperativo sacar los dientes ya que está muy cerrada.
Si hoy no sacas los dientes te pueden
expulsar del juego recurriendo a intrincadísimas burocracias. Te
pueden enredar la cabeza con mil historias para dejarte donde te
quieren dejar: fuera de juego. Y como, como sociedad, hemos acordado
el respeto a las reglas nos tenemos que callar, ya que esas reglas
las firmamos todos y respetarlas es lo que hace que la sociedad siga
en pie.
Sin embargo, si las reglas persiguen
objetivos injustos o, por azares de la convivencia, el respeto a
ellas conduce a un final injusto para todos, la justicia ha de
ponerse por encima de las normas escritas para proclamar su verdadero
sentido.
Las normas por sí mismas no valen
nada, valen mientras conduzcan a su verdadero destino, la justicia
universal. De dejar de perseguir ese fin las normas por sí mismas no
se sostienen, son papel mojado.
¿Pero quién es el guapo que se atreve
a desgarrar el tapiz que las normas han creado, exquisitamente?
Manolo, naturalmente. Manolo dice, no sin razón, que las normas a él
le chupan su suntuosa polla. Que se la sudan las normas porque él es
el mejor, y esa es la única norma que, caídas todas las demás,
permanece en pie.
No sé si conoces Far Cry Primal, si
eres un puto viejo igual no. Pero si eres un joven molón como yo
igual sí. Far Cry es como Final Fantasy, no tiene un argumento a
respetar, tiene un halo abstracto que está presente en cada entrega
de la saga. Que los videojuegos hayan sido capaces de cambiar
“argumento” por “halo” como hilo conductor de una saga es
algo que a mi me tiene de rodillas ante ellos.
El caso es que Far Cry Primal habla de
lo que estoy hablando yo, por eso es un totem de la molonidad actual.
Far Cry Primal te pone en el pellejo de un troglodita que tiene para
enfrentarse al mundo exactamente lo que ve en el espejo, o en las
aguas del tranquilo lago, ya que en esos tiempos no se habían
inventado los espejos. Sólo se tiene a él mismo. ¿Veis, con
claridad, que los tiempos actuales son exactamente como los tiempos
trogloditas, donde no había normas, sólo cuenta la supervivencia?
Por tanto, amigo joven, mi pequeño
amiguito, has de dejar de respetar esas normas que se diluyen como el
papel mojado que son. Esas normas llevaban a un juego de suma cero,
es decir, que todas las partes del juego acaban con 0 en su
casillero. Esto es así porque son unas normas asentadas sobre la
idea de la escasez, que el mundo es un lugar a depredar y que el que
no se quede con la mayor parte del botín verá cómo se la queda su
vecino. Con estas normas llevamos jugando probablemente más de 2000
años, si no son 5000 o más.
La realidad exige unas reglas nuevas.
La piedra angular de las anteriores, la escasez, ha quedado
demostrado que es incorrecta, por no decir inexistente. Como seres
humanos, tenemos la capacidad de hacer que el planeta no sea una
eterna nevera de la que coger alimentos y digerirlos, sino que somos
capaces de hacer que los alimentos se multipliquen como los panes y
los peces ya que tenemos el don de la creatividad, por muy
gilipollitas que me parezca esa palabra.
Por tanto unas reglas como las actuales
que tienen como fin hacerse con la mayor cantidad de recursos
petrolíferos, ya que son escasos, no tienen sentido. Esas reservas
se agotan mientras que surgen otras nuevas infinitas, como la solar.
Naturalmente que las reglas anteriores llevaban a un juego de suma
cero, ya que partían de la base de que unos recursos energéticos
con el tiempo se agotarían, y así ha sido. Afortunadamente, hemos
sido capaces de poner nuestra mirada sobre otros inagotables, que son
sobre los que las nuevas reglas se habrán de edificar.
Por tanto las nuevas reglas no tienen
en su horizonte un final de escasez, sino que es un horizonte
infinito, donde no hay límites. ¿Ves, por tanto, cuán equivocado
está hoy tu planteamiento? Tú sigues luchando por no caer en la
escasez mientras que en el nuevo horizonte hay abundancia infinita.
¿No ves que estás haciendo el
ridículo?
Yo meridianamente.