miércoles, 14 de septiembre de 2016

Coca-Cola Zero Zero


Joder, cómo me las gasto. No Coca-Cola Zero, no. Yo, Coca-Cola Zero Zero. Yo siempre más.


Hay que ser siempre más. Mi amigo Manolo, uno de los tipos más espectaculares que tengo el gusto de conocer, tenía en el colegio una camiseta. Bueno, tenía dos. Una ponía, en grande, “Odio a Leticia Sabater”. ¡Ojo, que esto era hace muchos años! El odio a Leticia Sabater no estaba tan asentado en la sociedad como hoy. De alguna manera, Manolo ahí mostró cierto carácter pionero.

Pero luego tenía otra camiseta, que es a la que voy: esta era mucho más jodida, mucho más “grrrrooooaaaarrrr”. Ponía, sin cortarse un pelo “Second place is the first loser”. ¡Cojones, Manolo! ¡Tú no te andas con tonterías! ¡Tú, o el primer puesto o nada! ¡Con lo digna que es una plata!


Manolo era un macho camacho, razón por la que me molaba, ya que yo a los hombres machos camachos los admiro mucho y me pego a ellos para ver si se me pega algo a mi también.

Algo hemos aprendido todos de todos.


El caso es que Manolo con esa camiseta proclamaba algo que hoy en la sociedad casi está extendido, o por lo menos suficientemente presente: el ansia de gol. Hoy que Cristiano o Ivra digan de sí mismos que son los mejores de todo el universo es algo de lo que nadie se extraña. Antes no, antes si decías eso eras tachado de arrogante y la gente te daba de lado. Hoy, sin embargo, está asociado con sacar los dientes, y en la sociedad hoy es imperativo sacar los dientes ya que está muy cerrada.

Si hoy no sacas los dientes te pueden expulsar del juego recurriendo a intrincadísimas burocracias. Te pueden enredar la cabeza con mil historias para dejarte donde te quieren dejar: fuera de juego. Y como, como sociedad, hemos acordado el respeto a las reglas nos tenemos que callar, ya que esas reglas las firmamos todos y respetarlas es lo que hace que la sociedad siga en pie.


Sin embargo, si las reglas persiguen objetivos injustos o, por azares de la convivencia, el respeto a ellas conduce a un final injusto para todos, la justicia ha de ponerse por encima de las normas escritas para proclamar su verdadero sentido.

Las normas por sí mismas no valen nada, valen mientras conduzcan a su verdadero destino, la justicia universal. De dejar de perseguir ese fin las normas por sí mismas no se sostienen, son papel mojado.


¿Pero quién es el guapo que se atreve a desgarrar el tapiz que las normas han creado, exquisitamente? Manolo, naturalmente. Manolo dice, no sin razón, que las normas a él le chupan su suntuosa polla. Que se la sudan las normas porque él es el mejor, y esa es la única norma que, caídas todas las demás, permanece en pie.

No sé si conoces Far Cry Primal, si eres un puto viejo igual no. Pero si eres un joven molón como yo igual sí. Far Cry es como Final Fantasy, no tiene un argumento a respetar, tiene un halo abstracto que está presente en cada entrega de la saga. Que los videojuegos hayan sido capaces de cambiar “argumento” por “halo” como hilo conductor de una saga es algo que a mi me tiene de rodillas ante ellos.


El caso es que Far Cry Primal habla de lo que estoy hablando yo, por eso es un totem de la molonidad actual. Far Cry Primal te pone en el pellejo de un troglodita que tiene para enfrentarse al mundo exactamente lo que ve en el espejo, o en las aguas del tranquilo lago, ya que en esos tiempos no se habían inventado los espejos. Sólo se tiene a él mismo. ¿Veis, con claridad, que los tiempos actuales son exactamente como los tiempos trogloditas, donde no había normas, sólo cuenta la supervivencia?

Por tanto, amigo joven, mi pequeño amiguito, has de dejar de respetar esas normas que se diluyen como el papel mojado que son. Esas normas llevaban a un juego de suma cero, es decir, que todas las partes del juego acaban con 0 en su casillero. Esto es así porque son unas normas asentadas sobre la idea de la escasez, que el mundo es un lugar a depredar y que el que no se quede con la mayor parte del botín verá cómo se la queda su vecino. Con estas normas llevamos jugando probablemente más de 2000 años, si no son 5000 o más.


La realidad exige unas reglas nuevas. La piedra angular de las anteriores, la escasez, ha quedado demostrado que es incorrecta, por no decir inexistente. Como seres humanos, tenemos la capacidad de hacer que el planeta no sea una eterna nevera de la que coger alimentos y digerirlos, sino que somos capaces de hacer que los alimentos se multipliquen como los panes y los peces ya que tenemos el don de la creatividad, por muy gilipollitas que me parezca esa palabra.

Por tanto unas reglas como las actuales que tienen como fin hacerse con la mayor cantidad de recursos petrolíferos, ya que son escasos, no tienen sentido. Esas reservas se agotan mientras que surgen otras nuevas infinitas, como la solar. Naturalmente que las reglas anteriores llevaban a un juego de suma cero, ya que partían de la base de que unos recursos energéticos con el tiempo se agotarían, y así ha sido. Afortunadamente, hemos sido capaces de poner nuestra mirada sobre otros inagotables, que son sobre los que las nuevas reglas se habrán de edificar.


Por tanto las nuevas reglas no tienen en su horizonte un final de escasez, sino que es un horizonte infinito, donde no hay límites. ¿Ves, por tanto, cuán equivocado está hoy tu planteamiento? Tú sigues luchando por no caer en la escasez mientras que en el nuevo horizonte hay abundancia infinita.

¿No ves que estás haciendo el ridículo?


Yo meridianamente.