lunes, 26 de septiembre de 2016

Mortal Kombat


Cuando Street Fighter IV está dominado, llega el turno de la medalla de plata. De oro, si consideramos que Street Fighter es el platino.


Mortal Kombat fue la respuesta de Ed Boom a Street Fighter, arcade de lucha que dominó, con mano de hierro, los salones de arcade de principios de los 90. Estaba Street Fighter II y luego todos los demás. El Rey, sin ninguna duda. El mejor. El puto crack.

Mortal Kombat es el Street Fighter, básicamente, pero añadiendo algunos elementos novedosos. Cubrirse no es darle el mando para atrás, es dándole a un botón. Una mierda. Nada intuitivo. Una molestia en vez de una ventaja, lo hicieron sólo para diferenciarse del Street Fighter.


Cambiaron el puño flojo, medio y fuerte por puñetazo alto y bajo. Con las patadas igual. Vamos, cambiar un par de cosas que molestan en vez de mejorar la experiencia de juego para diferenciarse de aquel que querían vencer, Street Fighter. Como si eso sirviera para algo, los cambios estéticos. Cuánta inocencia.

Sea como sea, Mortal Kombat acabó teniendo entidad por sí mismo, a pesar de todo. No por su mecánica, inferior a la de SF, sin duda, sino por su espíritu. Su espíritu sí podía pelear con Street Fighter perfectamente. Eran dos enfoques estupendos, que eligieses uno u otro dependía de tus gustos, no de la calidad de los conceptos.


Mortal Kombat trajo un invento realmente único: los Fatalitys. Cruzó la línea que nadie se atrevió a cruzar antes, la de la ultraviolencia. Abrió la puerta a la alimaña que todos llevamos dentro y la dejó campar a sus anchas, demostrando que la alimaña no es una bestia sino eso, una alimaña, y en cuanto se sacia de sangre vuelve a su guarida. Como un hurón, esos que muchos tienen de mascotas.

Eso es lo que hace único a Mortal Kombat, su gusto por la sangre. No la esconde para que a tu abuela no se le encoja su arrugado ano, sino que te la enseña en tu puta cara para que seas tú el que decida qué hacer con ella. Si no te gusta la sangre no comprarás Mortal Kombat. Pero me temo que a todos nos gusta la sangre. ¿No, abuela? Ay, cómo vas de buena. ¡Que te veo la jugada, abuela! ¡Que te la veo!


Cuando decidas dar gusto a tu alimaña personal comprarás Mortal Kombat. Porque a las mujeres os atrae la sangre por el trauma del parto, oculto en vuestro subconsciente colectivo, y a los hombres nos gusta por nuestra tendencia a la dominación, a la conquista. La sangre de nuestros enemigos corriendo por las comisuras de nuestros labios nos gusta mucho. A todos, por tanto, nos gusta la sangre.

Mortal Kombat coge tu pecado inconfesable y lo manufactura para ti, que eres una golfa viciosa. Y para ti, animal desbocado. Para los dos, para vosotros dos está hecho Mortal Kombat.


¿Se te ocurre una idea mejor para plantar cara a Street Figher? Las mecánicas de juego de SF son demasiado buenas, necesitas algo más. Necesitas un halo. Ese halo es la sangre. El vicio. Los más bajos instintos. Eso es lo que hizo a Mortal Kombat un ganador. Nadie los compara, los comparo yo hoy aquí porque me ha dado el punto. Pero todo el mundo los respeta como a dos titanes, lo que son.

Así que nada, yo ya, casi de forma inconsciente, he empezado a jugar a Mortal Kombat, porque SF ya se me queda pequeño. Ya controlo mazo. Necesito este nuevo juego que me plantee un reto nuevo, superado SF con nota. Y, desde luego, me pienso relamer con los nuevos sabores exquisitos que me va a ofrecer. SF me ofreció su concepto de la lucha, lleno de honor, el que abandera Ryu, un luchador rectísimo, perfecto. Sin embargo ahora será Scorpion el que me enseñe cosas.


Scorpion está jodido hasta el alma, está rotten to the core. Sub Zero arrasó su aldea y se cargó a sus vecinos. Así que no parará hasta que Sub Zero haya pagado su afrenta.

También es un buen motivo por el que pelear, ¿no?