Las encías de los perros de caza deben
ser cuidadas con especial esmero. Al estar todo el día sacando los
dientes las encías se echan para atrás y hay que cuidar ese
asuntillo.
¿Habéis visto Los Descendientes?
Igual si eres un pureta no. Como eres tan pureta no ves cosas que
molan, sólo noticias y hablas con taxistas. Claro, normal que estés
como chuchurrío, si es que es lo que has comprado. Si te alimentas
de bajas vibraciones acabas siendo un tío que vibra por debajo de la
media. Que ya es baja de por sí, así que ya contigo bajamos a
Segunda B.
Los guays, los molones, la crema de la
crema, sí vemos Los Descendientes. Naturalmente que sí. Esta peli
va de malos. De tíos que sacan los dientes.
Son los hijos e hijas de los villanos y
villanas de Disney. Y como son esa prole pues son más malos que el
sebo. Sale Dove Cameron, la más estatuilla de porcelana de las
estrellas chicas de Disney. Luego sale el que hace de hijo travieso
en Jessie y uno que es así como chino y occidental a la vez que, no
sé, ese tío mola millas. El típico tío que si yo no fuera yo y,
por tanto, le ganase en molonidad, me gustaría ser.
Vamos, que es otro estilo, pero me anda
en molonidad ahí ahí. O sea, que mira de qué estamos hablando.
Mira qué reverencia.
Y nada, se van a una escuela de hijos e
hijas de los buenos y buenas de las fábulas Disney. Los pijos, vaya.
Los malotes se van al colegio de pijos. Ese es el argumento, aunque
delicadamente acariciado por los oropeles de Disney más exquisitos.
Total, que los malos al final dan la
espalda a sus padres porque no quieren seguir siendo malos. Y los
buenos pasan un poco de la vida encorsetada que heredaron de sus
padres y se mezclan un poco con los malos, porque aunque sean malos
su rollo mola mil.
Total, que dos ingredientes demasiado
puros que por separado no alcanzan altas cotas de brillantez se
juntan y de ahí sale una mezcla explosiva, molónica a 100.
Eso es lo que tienes que hacer tú,
amigo capullo. Vas demasiado con peña que se parece a ti. Y, claro,
pues de ahí no sale un pijo. Una mierda, vamos. De ahí no sale una
mierda.
Si vas con gente parecida a ti es
porque la gente distinta a ti te da miedo. Eso es evidente. Discutir
eso es infantil.
Que yo no digo que no lo hagas, pero
como bien sabes, aunque no me lo digas para no quedar en el más
espantoso de los ridículos, te estás perdiendo la vida por ser un
cobarde.
Si eres un chunguito te dará miedo ir
con los pijos porque van a pensar que eres un tiradete. Si eres un
pijo te dará miedo ir con los chunguitos porque van a pensar de ti
que eres un pringao.
A mi no me cuentes cuentos, que conmigo
no hace falta. Te lo digo de corazón.
Así que lo que tienes que hacer, mi
buen amigo encajonado en una sola perspectiva de la vida, es salir de
lo que ahora los sabios de LinkedIn llaman “zona de confort”.
¡Claro! ¡Con mamá limpiándote el culo toda la vida se está
divinamente! ¿Verdad? Pero, hombre, no vas a tener a la pobre mujer
limpiándote el ano eternamente. ¿O sí?
¿Tan egoísta eres?
Yo diría que sí, pero no quiero
destruirte más de lo que estás.
Dado que no eres suficientemente
sólido, o sólida, como para aceptar lo que te digo sin montar una
triste escena, encájalo al menos. Lo primero que tienes que aprender
para salir de tu “zona de confort” (esa ridícula expresión que
nos ha enseñado LinkedIn) es a encajar. Ahí fuera no todo es tan
cómodo como en casa, pero a la vez en dónde reside la vida.
¡Así que tú sabrás! A mi lo que
hagas me la trae floja, mi etapa de Santa Teresa terminó y no sabes
qué buena nota he sacado. Como en todo lo que hago, soy un alumno
fabuloso, increíble, deslumbrante, maravilloso, cegador.
Total, que la vida pasa y cada día que
pasa se nota más, es más evidente, que eres un pringado. Lo que has
sido toda la vida, vaya. Pero no has tenido la osadía de ponerle
remedio.
Para saltarte todas las normas de Dios
sí eres osado, pero para echarle huevos a la vida... Ni medio osado.
Piltrafillas.