Imagino que tengo esta latita de algún
viaje en avión o algo así. No soy muy de estas latas, al menos a
estas alturas ya, pero bueno, aquí está. Con sus 150 ml.
Ayer me compré en Dealz sendas latas
de Coca-Cola Zero que eran de 500 ml. Como las yonkilatas, esas latas
de cerveza más grandes de lo normal de las que beben los yonkis. El
caso es que bajé hasta casa bebiéndomelas, yo, que estoy
acostumbrado al Red Bull en la misma cantidad, y, joder, ¡cuánto
hemos avanzado!
La Coca-Cola sigue siendo guay, sigue
siendo La Chispa de la Vida. Cuando la bebes, y más después de
tiempo como yo, notas sus cosquillitas que son las que son la famosa
Chispa. Y es eso, una chispa, un guli guli muy simpático que te sube
por el costado.
El mundo ya no es un simpático valle
guli guli. El mundo se ha convertido en un lugar titánico, donde sus
estructuras se han convertido en titánicas. Pero esto, amigos de
Lavapiés, no era tan malo como pensamos todos. ¡Estos brutos
hombres de negocios quieren hundir el mundo! ¡Maldigo a la figura
paternalista!
No, mira, papá igual es un poco
bestia, pero te quiere mucho. Igual nos ha hecho pasar las de Caín
estos años, vale, pero lo ha hecho por nosotros. Tenía que pasar
por encima de nuestros frágiles sentimientos lavapieseros para poder
crear unas titánicas estructuras que puedan albergar algo más que
una triste chispa.
En las estructuras que papá ha
construido para nosotros ya cabe algo más que una puta chispita.
Ahora cabe un cañón de luz, una bestia parda que no es que te vaya
a hacer guli guli así por el costado, es que te va a hacer correrte
mientras absorbes por el ano la sábana. Va a ser una monstruosidad
de cosquillitas, eso. No sé si tu cuerpo va a poder soportar tanto
placer, dicho sea de paso.
Que sí, que hemos pasado unos años
jodidos. Que sí. Que más que yo no has reputeado tú. Eso te lo
garantizo. Pero, por otro lado, alguien tiene que reputearle un poco
a papá porque papá, bueno, es un poco bruto, como hemos acordado, y
si no se le reputea igual hace las cosas mal. Hay que andar siempre
encima de él, para que limpie eso que ha tirado al suelo, para que,
por Dios, no se tire pedos mientras canta Julio Iglesias por la casa,
para que te saque a cenar de vez en cuando, que te tiene desatendida.
Pero, por otra parte, él es el que
hace el trabajo pesado, ese que nosotros con nuestros delicaditos
sentimientos, amigos de Lavapiés, no podemos hacer. Yo creo que,
como yo, aunque tengáis delicaditos sentimientos, podríais ser
menos caprichosos y darle las gracias a papá, aunque sea un poco
bestia. Porque gracias a su bestialidad ahora nosotros vamos a poder
tener orgasmos espaciales en las macroestructuras que él ha creado
para nosotros.
Si él con que le deis las gracias y un
beso ya ha comido una semana. Si es un cacho de pan. Un poco bestia,
vale, pero un cacho de pan.
Yo, chico, como siempre os veo ahí en
la plaza de Lavapiés, siempre jodidos, siempre con un pero para
sacarle a la situación, se me ocurre que podríais darle las gracias
a papá en vez de reputear tanto y a lo mejor así, mágicamente,
todas vuestras tribulaciones desaparecían de un plumazo. Porque es
eso lo que os falla, no es que no tengáis un sistema asambleario
suficientemente pulido, no es que el núcleo irradiador irradie o
deje de irradiar. Os falla a lo mejor tener la humildad de admitir
que papá, para ciertas cosas, es mejor que vosotros, mal que me sepa
a mi también, que yo tampoco os creáis que me chupo el dedo.
Vamos, que a lo mejor no sois tan guays
como os creéis y a lo mejor le debéis a papá un poco de ese jugo
de molonidad que os guardáis sólo para vosotros.
Bueno, a ver, es que desde mi posición
también se ven distintas las cosas. Yo, claro, como tengo tanto jugo
de molonidad, pues le puedo dar a papá, al tío, al abuelo, al bis,
a ese primo segundo que no sabes muy bien por dónde te toca... A
todos.
Sí, sí, ya, que para mi es muy fácil
ir repartiendo jugo de molonidad a diestro y siniestro. Ya.





