domingo, 4 de septiembre de 2016

Netsurf ¡Sácale partido al WWW!


Hoy comparto con vosotros una de mis posesiones más preciadas, una de esas que espero vender en un futuro por una enorme suma de euros. Un CD con programas (antes las aplicaciones se llamaban programas, cuando Dios todavía regía el mundo) de cuando empezaba Internet, de una revista llamada Netsurf.


Netsurf duró dos días, como Netscape. Si empezabas una marca con Net acababa fracasando. Es lo que se conocería hoy como una startup que no logró concluir con éxito la capitalización. Vamos, una panda de mataos que hicieron una revista regular y la cosa se fue al cuerno, vaya. Lo mismo que los de hoy.

¡Qué duro es el fracaso! ¡Qué de palabras estúpidas inventamos para no llamar a las cosas por su nombre y herir a nuestros hermanos!


Somos mucho mejores personas de lo que pensamos.

Para no herir a la gente inventamos la palabra startup para no decirles que su puto negocio es un chamizo con cuatro palos apoyados los unos en los otros.


Para no decirles que no venden una mierda porque su revista, bueno, pues tampoco es que mole tanto, les decimos que la capitalización todavía no la saben resolver bien.

¡Dios mío, cómo nos protegemos los unos a los otros!


Incluso en el más voraz de los capitalismos hemos encontrado fórmulas para no devastar del todo a nuestros ya de por sí muy devastados hermanos.

El que no tenga fe en una raza que se protege por instinto, por mero impulso de la imaginación, es un corsario espiritual y me lo comería de un bocado si estuviera ante mi.


Una imaginación que tiende al orden incluso en la más enmarañada de las entropías merece que le pongan una estatua. Pero que dicen que no, los hijos de puta. Que todavía no me la van a poner. ¡Vete a saber por qué!

No te engañes, todos los que andamos en “el mundo startup” somos unos mataos. Nos hemos quedado sin curro (o nos hemos ido, porque, claro, no es lo mismo) y a buscarnos la vida con una mano delante y otra detrás. Vamos, lo que es un matao de toda la vida.


La única diferencia con el antiguo matao no es la calidad, es la cantidad. Somos tal cantidad de mataos la que el capitalismo ha dejado fuera de juego que, como a los refugiados, se nos ha puesto unos campamentos para que, coño, pues no nos muramos de inanición.

Como en España las necesidades físicas las tenemos más o menos cubiertas (aunque temblequeantes) hemos necesitado más del aspecto emocional. Aquí no necesitábamos una cama y un techo porque, bueno, dentro del drama para eso nos hemos podido apañar. Pero para soportar la vergüenza social sí que no teníamos medios.


Así que LinkedIn, todos a una, trata bien a los que “Están en busca de nuevos retos”, porque nuestra enorme compasión los cataloga no de mataos, sino de soñadores. De pioneros. De gente que ha tenido el coraje suficiente como para tomar las riendas de su vida.

Que es verdad, pero, ey, déjame descojonarme un poco, ¿no, puto matao?


Así que ahora los mataos, por puro bulto, ya no somos unos mataos. Somos un partido político, Podemos. Somos emprendedores. Somos la electricidad que alimenta el coche eléctrico de España, ese que no puede hacer más de 150 km seguidos pero, oye, contaminar no contamina nada.

Los mataos, por fin, hemos encontrado nuestro sitio en el mundo. Aunque un puto ciclista te den ganas de atropellarle constantemente porque va a 20 no lo haces porque es un matao, digo, un podemita, un emprendedor, un soñador, la luz que guía nuestros pasos. Y ahora a esta gente se nos respeta.


Si supieran el palo que les hemos dado no nos respetarían tanto.