Esto sirve para pegar unas telas con
otras. Debe ser para cuando no tienes ganas de coser, la única
manera en la que mi cabeza se pueden unir dos tejidos.
A mi usar este pegamento me parece de
chapuzas. ¡Pero hombre! ¿Tanto te cuesta enhebrar una aguja? Que
sí, que lo del nudito al final del hilo es un coñazo, yo no se lo
hago, pero puedes coser sin él.
Cuando la gente ve que sé coser se
flipa mazo, no sé, yo lo aprendí para ponerme parches en los
vaqueros y esas movidas, no tiene que ver con “refinados asuntos”.
No sé, tío, quería coserme este pañuelo al roto de los
pantalones. Pues aprendí a coser, no sé. Para mi no es ese rollo en
plan “¡Qué hombre más hacendoso!”.
Yo no veo que lo haga especialmente
bien, porque no me queda recto, como a una máquina de coser, pero
parece que con lo que hago la gente mea colonia. Pues me parece
estupendo.
Hacerse movidas en la ropa es una cosa
muy chachi que deberías probar si no lo has hecho nunca. A mi una
cosa que me gustaría mucho es que mi mujer cosiese mi ropa para mi,
y así no tenerla que comprar en putas tiendas tipo H&M.
Que los vaqueros, las camisetas, todo,
me los hiciese ella. ¡No me compares! Una camiseta cosida por tu
mujer y una comprada en H&M. ¡Pero dónde vas! Lo de tu mujer le
da sopas con ondas a los de H&M, pero vamos, de paliza.
¿Pero tú sabes el gusto que debe ser
meterse en un total look hecho por tu mujer con sus propias manos?
¡Largo, diseñadores! ¡Largo, industria de la moda! ¡Comparados
con mi mujer sois insectos! ¡Viles gusanos! ¿Pero cómo os atrevéis
siquiera a mirarla a los ojos? ¡Dad gracias que no os fulmine con
los rayos láser que le salen de ellos!
A estos hay que tratarlos así, si no
de un momento a otro te están tomando medidas y pasándote la
tarjeta de crédito por el lector.
Y una vez eliminados estos
insignificantes estorbos, procedería a ponerme los vaqueros que mi
mujer me habría cosido. ¡Qué tela tan agradable para la piel has
elegido! Y aún así su aspecto es fuerte, no como si fueran unos
pantalones de tela. ¡Gracias, cariño! ¡Dame un beso!
Y ahí la besaría y la agarraría el
culo, porque yo soy mucho de agarrar, de pellizcar. Soy como ese
señor mayor que te lanza pellizcos pero en joven. O sea, que a mi
todavía me puedes dar una bofetada. Pero el tiempo juega a mi favor
y dentro de unos años me tendrás que dejar porque soy un simpático
viejecito y no un descarado chaval.
Y ahí ya te pillaré.
¡La camiseta también es perfecta!
Oye, y me sienta muy bien. Me hace espaldas y no barriga. Y aún así
queda el punto justo de entallada. ¿Cómo lo haces? ¡Qué manos!
Así que aquí ya tendría que besarla,
porque oye, que con la camiseta también hayas acertado es de beso.
Así un poco tierno pero con mordisco, que tampoco vamos aquí a
hacer una cena con velas por una camiseta.
Y nada, a salir de paseo. ¿Dónde te
has pillado esos pantacas? ¡Me los ha hecho mi mujer!
Oh, nene. De nuevo he aplastado tu
visión de la molonidad. Como siempre, colándotela por donde no
esperabas que te la colase. ¿Creías que todo estaba atado y bien
atado? No contabas con mi puta mujer.
Querido amigo, yo soy como el mercurio.
Creo que sería mejor para todos que abandonases la fútil idea de
que tú puedas molar más que yo. Es mi naturaleza, luchas contra el
trueno, contra los océanos, contra un volcán. ¿No ves que revertir
el orden natural de las cosas sólo te dará quebraderos de cabeza?
Deja que sea yo el que interprete el signo de los tiempos y diga qué
es lo que mola y lo que no.
Mi cualidad es algo que me sale de
natural, como el coser, porque, como te digo, es una fuerza de la
naturaleza. No le doy importancia como el cocotero no da importancia
a sus ricos cocos, pero sin duda ambos la tenemos. Especialmente en
esta isla desierta en la que se ha convertido la molonidad. Parece
que ya no hay hueco por donde colarla, ¿verdad? Eso es porque tú no
eres yo.
Siempre hay un hueco. Si yo he
conseguido hacerlo en el más cerrado de los ambientes imagina lo que
podré hacer cuando el ambiente esté más abierto. Haré que tus
ojos estallen ante tanta belleza. No, en serio. Estallarán. No
podrás resistirlo.
Deja al más grande de los molones que
te enseñe el camino a seguir. Desde las alturas universales me
dijeron que contuviera mi molonidad para que el equilibrio de una
raza todavía poco evolucionada pudiese madurar sin que sus ojos
reventasen, ya que en tal caso la evolución se hubiera dificultado.
Sin embargo, parece que ya eres
suficientemente maduro como para contemplar lo que te vengo a
enseñar. Enhorabuena.
Has pasado la prueba. Renqueante,
arrastrándote, pero ya estás aquí.