Esta, según mi madre, es la mejor
marca de aspiradores. La prueba es que también es la que usa
Casiano, el portero.
Otra prueba es que su servicio técnico
es una tienducha enana y está en el quinto pino. Me fío de las
tienduchas enanas. Cuanto menos intentas demostrar mejor eres.
¿Tú eres más de pensar conceptos
sólidos o de hacer ejecuciones brillantes? La pregunta es un poco
tramposa, ya que no hay ejecuciones brillantes sin conceptos sólidos.
La pregunta es más bien si tú mucho lirili pero poco lerele.
El lerele es fundamental. Es lo que va
a hacer que tu obra vaya a durar o no muchos años, sea cual sea tu
obra: un negocio, un matrimonio, un puesto de trabajo... Lo que sea.
Si no metes lerele al asunto el asunto se va a derrumbar por su
propio peso.
Aunque el lirili sean adornos, los
adornos, uno detrás de otro, acaban pesando. Y a no ser que hayas
dedicado tiempo y esfuerzo a un lerele como Dios manda el rollo se te
va a caer. Cuánto lo siento.
Pongamos por caso que eres un tipo muy
brillante. De tan brillante que eres estás hipnotizado con tu propio
embrujo. Como cuando uno está hipnotizado lo único que ve es el
reloj balanceante, este tipo se dirigirá como una bala hacia su
propio destello, ya que es lo único que le importa en la vida.
Cuando uno se deja hipnotizar por su
propio destello se llama vanidad. Tanta importancia has dado a ese
destello, más o menos brillante, que ya no has querido mirar otra
cosa.
Por tanto te has perdido aspectos de la
vida que deben ser tomados en cuenta: que tu mujer esté contenta y
se sienta atendida, que tus trabajadores se sientan contentos y
atendidos, que tus compañeros de trabajo se sientan contentos y,
además, atendidos... Vamos, lo que en la vida es el lerele.
No digo yo, mi brillante amigo, que no
lo seas. Si te comparas conmigo no, claro está, pero en términos
absolutos vamos a pensar que sí. Ese brillo que a mi, chico, pues no
me parece para tanto, a ti te tiene atrapado. El problema aquí no es
tanto la intensidad del brillo, sino la fortaleza que tengas para no
dejarte arrastrar descerebradamente por él.
Si te dejas hipnotizar por ti mismo tus
amigos pronto van a decir que te has convertido en un gilipollas.
Este era majo, pero ha cambiado, ahora va de subido por la vida, el
tío. Pum, un cimiento de tu vida que se tambalea. Tu mujer pronto
empezará a mostrarse distante, porque, total, ya se ha cansado de
intentar llamar tu atención. Ahora está mucho jugando con el
iPhone, sin tú saber que se ha apuntado a Tinder a ver si por ahí
la valoran un poquito más.
Catapum, en toda la línea de
flotación.
Tus empleados cuando entras por la
puerta se callan, lo que quiere decir que estaban hablando de ti.
Este tío es un gilipollas, yo cualquier día me largo. ¿Pero qué
se ha creído este idiota? Debería darme las gracias él a mi de que
aguante su mierda.
Catacrás, se rompe la viga maestra.
Y tus compañeros de trabajo pasan de
ti, porque, total, como tú pasas de ellos, pues ellos pasan de ti.
¡Ni un hola qué tal! ¡Ni un cómo te va! ¿Qué tengo yo que
hablar con este tío?
Y ni siquiera tienes salvavidas a los
que agarrarte.
Total, que tan guay te has creído,
tanto has descuidado el lerele, tan poco has trabajado en el
concepto, que tu ejecución, tu lirili, se desploma, ya que el lirili
podrá ser todo lo deslumbrante que quieras o puedas conseguir, pero
para eso es imprescindible que tenga un lerele dónde apoyarse.
¿Ves, ahora, humillado, lo que trataba
de explicarte desde el principio?
Que tu problema no es que seas o no
brillante. Que sí, eres así brillantillo, venga, te lo concedo, va.
Tu problema es que no piensas en otra cosa. Por eso se te ha caído
el garito, porque te has quedado hipnotizado contigo mismo.
Y eso, mi ingenuo amigo, se ha llamado
de toda la vida vanidad.








