Las cosas que son de calidad extra
suave a mi me gustan. O sea, no sé si será verdad que esto es extra
suave, porque eso de la suavidad no lo tengo yo muy medido, pero si
lo pone en el paquete me lo creeré ya que no tengo opción más
eficiente.
Por otro lado, esta marca se vende en
exclusiva en farmacias, con lo que su credibilidad aumenta.
Qué gusto me dio ese día que iba yo
moqueando por Antón Martín y me metí en la farmacia que allí hay
a comprar unos clínex. Llevaba yo mi euro preparado, ya que yo los
clínex se los suelo comprar a Baltasar, el mendigo de mi calle (dos
por un euro suele ser el trato), o a los chinos, que te cobran algo
parecido o incluso algo más. Sin embargo en la farmacia me cobraron
como 30 céntimos o así.
O sea, que calidad superior a precio
más bajo que la calidad inferior. El negocio del siglo.
Con este background ya sonarme la nariz
era una sinfonía Wii Music. En ese momento parecía que me sonaba
los mocos con sábanas de seda y mi mini catarro era casi una
bendición, ya que me había permitido experimentar este regalo de la
naturaleza pop.
Yo cuando compro clínex uso un par de
pañuelos, porque siempre los compro por urgencia o para que Baltasar
me deje en paz, y el resto los voy guardando en el cajón. Así que
tengo un quintal de paquetes de clínex a medio usar que se seguirán
acumulando eternamente, ya que nunca cojo clínex para salir a la
calle. Los mocos me entran a mitad de paseo, como las ganas de mear.
Sobre las ganas de mear, he de decir
que ya tengo un método. Un paseo recurrente para mi es ir hasta el
Cex que está en la calle Atocha. Bajo por San Bernardo y a mitad de
la calle suelo comprar un Red Bull en unos chinos donde lo tienen a
2,50 los 500 ml. No he encontrado hasta ahora un trato mejor en
Madrid en lo que a Red Bull se refiere.
500 ml son medio litro, es decir, medio
litro de líquido a tu vejiga entrando poco a poco. Las ganas de mear
suelen entrarme cuando estoy llegando a Callao. Mi cuerpo y yo ya
tenemos un trato a este respecto, nos respetamos bien. Yo alivio mi
necesidad de azúcar, ya que el cerebro necesita de este combustible,
y mi vejiga responde eficientemente pidiéndome evacuar en el momento
oportuno.
Y cuando llegas a Callao tienes dos
opciones: planta 4ª de El Corte Inglés o planta 4ª de la FNAC. Yo
prefiero planta 4ª de El Corte Inglés porque la FNAC está muy
pasada de moda y no me gusta ir a sitios que estén pasados de moda.
En cambio, El Corte Inglés está muy de moda porque ofrece tradición
y familia vs hipsterismo y modernez, algo que ya se ha hecho
mainstream y por tanto no está de moda.
Así pues, subo a la planta 4ª de El
Corte Inglés, que es la sección de menaje del hogar, si no recuerdo
mal, y en un discreto aseo vacío mi vejiga. Satisfecho, salgo del
comercio y prosigo mi camino hacia Cex.
También puede darse el caso que por
cambiar quiera ir a la FNAC, aunque sólo sea para ver cómo van por
allí las cosas. La FNAC ha seguido el camino equivocado y ha
ahondado más todavía en el sendero del hipsterismo y la modernez,
camino que, como el feminismo, lleva a un callejón sin salida. Ellos
no lo saben porque no son tan inteligentes como yo y, aparentemente,
es una jugada que tiene sentido.
Han cambiado las tradicionales cajas
centrales que había en la entrada, que te daban la sensación de que
la empresa estaba a disposición del cliente, por un espacio diáfano
donde poner exposiciones estacionales patrocinadas por marcas. Como
veis, FNAC, ese lugar que presume de ser moderno, ha hecho con su
templo más tradicional de España lo que el PP con Callao y Sol,
despejar el terreno de cualquier cosa que pueda ser de utilidad para
los ciudadanos para ofrecer el espacio a marcas comerciales y así
recaudar dinero.
Cuando tuve la intuición de que la
alianza definitiva es PP y Podemos creo que no estaba tan loco como
podría parecer de un vistazo, ya que ambos extremos se tocan no en
la forma, pero sí en su triste pero cierta huída hacia delante.
Ambos partidos podrían hacer autocrítica y ver qué falla en ellos,
ya que sus consignas sólo son “mi camino es el bueno y aunque
muera en el intento seguiré por él hasta el precipicio”, pero
prefieren dejar la sensatez de lado y que el orgullo guíe sus pasos.
Yo me estoy volviendo a hacer del PSOE,
os lo digo en exclusiva. Yo ya no soy de ningún partido, sólo
arrimo el ascua a lo que veo que es de mayor interés general.
Primero la arrimé al PP, ante la desesperación de mi madre, luego a
Podemos, ante la desesperación de todo el mundo, y ahora la arrimo
al PSOE ante el estupor podemita.
Sea como sea, la FNAC ha reconvertido
sus urinarios tipo Renfe orientados al cruising gay en unos como muy
serios, que casi asustan. Son, digamos, nueve puertas, con unas luces
arriba que te dicen si está ocupado o vacío. Parecen las puertas de
un concurso de televisión, tras las que puede estar el coche o el
Antichollo. A mi estos baños me parece que carecen de alma y me
reafirman en mi preferencia por el tradicional El Corte Inglés, que
no tiene tantas luces pero cuando meas meas entre gente, todos
callados, viendo quién mea más fuerte y, por tanto, cuál de todos
es el más varón. Además, el hecho de estar en El Corte Inglés
parece que te inmuniza, de alguna manera, de exponerte al cruising
gay.
Yo suelo orientar mi meada a la pared
del urinario y luego al desagüe, alterno, para no quedar ni de muy
macho ni de muy mariquita. Un tío normal.
Y nada, esto hago con mis mocos y mis
meados.







