Estoy muy empalmado con El Hobbit. Me
parece super clase. Tengo que decir que Peter Jackson en los extras
me parece superaburguesado, quién diría que fue el que dirigió
Braindead, mi madre se ha comido a mi perro.
Ahora sigue poniendo aberraciones en la
pantalla, pero aberraciones de un gritón de dólares. El ejército
orco es una cosa super de mazmorra, delicatessen sádico para
paladares exquisitos.
Otra cosa que me gusta es haberme
comprado la trilogía en Blu-Ray. El Blu-Ray tiene que ser para pelis
de categoría, así lo tengo conceptualizado yo. Películas más de
batalla en DVD. En Blu-Ray ya lo fino filipino.
Igual me echas en cara que tenga
Masters del Universo y Super Mario Bros en Blu-Ray, pero eso sólo
delata que tú no sabes lo que es la categoría, melón.
La categoría es una cosa muy esquiva.
Si fuese fácil de detectar no sería categoría. Por la calle no ves
gente de categoría, están haciendo el amor en cementerios, por
ejemplo. Por eso si buscas categoría tendrás que esforzarte un
poquito, hombre. No vas a encontrar categoría en Amazon. ¿Entiendes
lo que te quiero decir?
La categoría está hecha para gente
como yo, cerdos, que no nos importa meter los hocicos entre las heces
si de eso vamos a sacar alguna trufa. Si tienes miedo a las heces
poca categoría vas a encontrar tú.
Hay que rebuscar en mercadillos, entre
la basura, porque entre la caca crecen las mejores flores. ¿Qué
mejor lugar para que crezca una bella flor que entre toneladas de
abono? Hay que tener un carácter aguerrido, propio de la película
300 o del ejército de enanos en El Hobbit, para encontrar algo que
merezca la pena.
¿No me crees? Coño, pues fíjate en
tu marido. ¡Menudo penco! ¿Por qué? Porque te quedaste con lo
primero que pasó. No has buscado nada. Así que ahí le tienes,
tirándose pedos en tu sofá de La Oca. ¿No hubiera merecido más la
pena mancharse las manos y rebuscar un poco, mujer?
Que sí, que sí, que te entró el
miedo, que no me expliques nada. Si ya sé lo que me vas a contar.
Pero ahora no me vengas llorando con que a este hombre no hay quién
lo aguante. ¿Quién lo compró? Tú. Pues a callar.