Álvarez Rabo es uno de mis autores
favoritos, si no el favorito.
Todo mi trabajo está copiado de
Álvarez Rabo. Comparto que perder demasiado tiempo en hacer una obra
es de gilipollas. Me gusta pasarme de la raya todo lo que mi corazón
pueda. Me gusta el feísmo como modo de plasmar la belleza.
Álvarez Rabo cometió suicidio
creativo porque no se sintió suficientemente apoyado por los
lectores de El Víbora. Sí, puede que fuese una reacción un poco
infantil, pero a mi me sigue gustando.
Resucitó unas cuantas veces y luego le
perdí la pista. Pero su forma de hacer las cosas sigue teniendo un
puesto de honor en mi corazón.
Álvarez Rabo era dependiente de la
sección de calzado deportivo de El Corte Inglés y cada mes
publicaba una sola página en El Víbora. Pero pese a una dedicación
tan escasa al oficio creativo es el que más me marcó con mucha
diferencia.
Tuve la increíble suerte de que me
firmara uno de sus tebeos en un Salón del Cómic de Granada e
incluso me dirigió unas palabras. Asistí en el mismo Salón a una
conferencia suya que enmudeció a los demás contertulios porque su
calidad era demasiado arrolladora.
Y ya veis, seguramente a estas horas
esté saliendo de su Corte Inglés después de haberse arrodillado
ante los hijos de marujas que quieren unas Reebok o unas Nike. O unas
Onitsuka, que ahora se llevan mucho esas zapatillas del demonio.
Álvarez Rabo se alejó del ambiente
creativo y tuvo dos hijos, Yedra y Jonathan.
Luego decís que no soy humilde. Pues
claro que lo soy, pero sólo ante los que se merecen respeto.