En una época en la que quería
desempolvar mis habilidades en el cómic me apunté a un curso de
cómic en La Casa Encendida.
Fue una mierda, la verdad. No me gustó
nada. Pero me obligó a dibujar unas semanas y con eso me doy por
satisfecho.
Hoy en día nadie me tiene que obligar
a dibujar, en todo caso me tiene que obligar a que pare. Pero por
aquel entonces las circunstancias eran otras.
Por aquel entonces estaba esperando el
momento adecuado para empezar a dibujar, por eso entrenaba para
cuando se precipitase el crucial acontecimiento, y así fue. Como me
llevo muy bien con Dios me cuenta cosas que a vosotros no.
Yo tampoco os las cuento, siguiendo su
Santa Voluntad. Sólo os cuento lo que Él me deja que os cuente.
Dios, ese Padre fantástico, sin igual,
actúa de una forma que imito como buenamente puedo. Te doy las
pistas justas y necesarias para que tú llegues a la conclusión por
ti mismo porque si no ¿cómo ibas a aprender?
Uno no entiende las lecciones que ha
aprendido como un lorito, entiende aquello que ha aprehendido por
propia voluntad. Unas lecciones del colegio las recordáis y otras
no, ¿no? Es por eso.
Pero como vuestro nivel es una mierda
con lo que os cuento vais que chutáis. Si me seguís más o menos
sin problemas os concedo un sobresaliente, porque sois unos alumnos
fabulosos.
Pero si no sois los típicos de
cinquillos y seises. Carne de departamento de marketing.