domingo, 26 de febrero de 2017

Naruto 7

Pobre Naruto. Le cargaron con el sambenito de tener que ser el sucesor de Goku. Naruto sólo quería pasarlo bien con sus amigos Hokage y, ya ves, no le quedó otra que tener que suceder al mismísimo Goku. Ole morena.


¿Quién coño es capaz de llevar semejante carga? Hace poco me encontré en la cola del Opencor al nieto de Paco Rabal, Lorenzo Rabal. ¡Pobre chaval! ¡Menuda carga! ¿Pero cómo va a ser mejor que su abuelo? Eso es imposible. Paco Rabal es una bestia. Un animal. Ningún chico joven podemos competir con tal coloso.

El chaval debe vivir por mi barrio y siempre va con una chavala que tiene pinta de yonki. Yo creo que se ha echado una novia cariñosa, que no le presione. No me extraña. Ya bastante presión tiene el tío.


A Naruto le pasa lo mismo. Salió un día a un mercado ansioso por encontrar el manga que reemplazase a Dragon Ball en éxito de ventas y crítica, sin reparar que las obras son únicas como copos de nieve. No podemos buscar “sucesores” sólo porque nos entre el capricho. Hay que saber esperar, esa asignatura tan pendiente hoy en día.

Así que, oye, Naruto mola, pero yo no diría que mola más que Dragon Ball. De existir tal sucesor sería One Piece, más que nada porque no ha tenido que lidiar con la presión de tener que suceder a Toriyama, ni más ni menos.


Yo, personalmente, trato de zafarme de toda presión. No porque sea un vago, que también, sino porque sé que es contraproducente para el verdadero éxito. ¿De qué sirve ganar el mundo si te pierdes a ti mismo? Soy demasiado listo como para cometer tal chorrada.

Y como yo quiero el éxito por lo que yo soy, no a cualquier precio, me rasco el ano con ambas manos. Huelo mis dedos cuando los saco de entre mis dos piedras feroces y quedo extasiado del buqué que sale de mi propio culo sin esfuerzo alguno. Así, y sólo así, se obtiene el éxito verdadero: sin esforzarse.


Coño, esforzándose ya sé que se puede conseguir cualquier cosa. Mira este. Por poder, se puede hacer cualquier cosa. Pero yo sólo quiero hacer aquello para lo que me diseñó Dios, ni más ni menos.

Mi aparente vaguería no es más que verdadero respeto por El Creador. Si Dios hubiese querido que me matase de esfuerzo me lo hubiera dicho. Pero no, me dijo: “Mira, hijo, tú tranquilo. Tú haz lo que tienes que hacer. Eso es todo”. Y yo como soy obediente que te cagas, además de vago, le hago caso.