Pobre Naruto. Le cargaron con el
sambenito de tener que ser el sucesor de Goku. Naruto sólo quería
pasarlo bien con sus amigos Hokage y, ya ves, no le quedó otra que
tener que suceder al mismísimo Goku. Ole morena.
¿Quién coño es capaz de llevar
semejante carga? Hace poco me encontré en la cola del Opencor al
nieto de Paco Rabal, Lorenzo Rabal. ¡Pobre chaval! ¡Menuda carga!
¿Pero cómo va a ser mejor que su abuelo? Eso es imposible. Paco
Rabal es una bestia. Un animal. Ningún chico joven podemos competir
con tal coloso.
El chaval debe vivir por mi barrio y
siempre va con una chavala que tiene pinta de yonki. Yo creo que se
ha echado una novia cariñosa, que no le presione. No me extraña. Ya
bastante presión tiene el tío.
A Naruto le pasa lo mismo. Salió un
día a un mercado ansioso por encontrar el manga que reemplazase a
Dragon Ball en éxito de ventas y crítica, sin reparar que las obras
son únicas como copos de nieve. No podemos buscar “sucesores”
sólo porque nos entre el capricho. Hay que saber esperar, esa
asignatura tan pendiente hoy en día.
Así que, oye, Naruto mola, pero yo no
diría que mola más que Dragon Ball. De existir tal sucesor sería
One Piece, más que nada porque no ha tenido que lidiar con la
presión de tener que suceder a Toriyama, ni más ni menos.
Yo, personalmente, trato de zafarme de
toda presión. No porque sea un vago, que también, sino porque sé
que es contraproducente para el verdadero éxito. ¿De qué sirve
ganar el mundo si te pierdes a ti mismo? Soy demasiado listo como
para cometer tal chorrada.
Y como yo quiero el éxito por lo que
yo soy, no a cualquier precio, me rasco el ano con ambas manos. Huelo
mis dedos cuando los saco de entre mis dos piedras feroces y quedo
extasiado del buqué que sale de mi propio culo sin esfuerzo alguno.
Así, y sólo así, se obtiene el éxito verdadero: sin esforzarse.
Coño, esforzándose ya sé que se
puede conseguir cualquier cosa. Mira este. Por poder, se puede hacer
cualquier cosa. Pero yo sólo quiero hacer aquello para lo que me
diseñó Dios, ni más ni menos.
Mi aparente vaguería no es más que
verdadero respeto por El Creador. Si Dios hubiese querido que me
matase de esfuerzo me lo hubiera dicho. Pero no, me dijo: “Mira,
hijo, tú tranquilo. Tú haz lo que tienes que hacer. Eso es todo”.
Y yo como soy obediente que te cagas, además de vago, le hago caso.