Este libro me lo regaló mi madre. Que
sí, mamá, que sí, que ya sé que soy muy especial. Tranquila.
A mi generación nos han criado mujeres
diciendo que éramos muy especiales. Y nosotros, como somos un poco
lilas, nos lo hemos creído.
El motivo es porque a su generación se
la crió diciéndoles que eran una puta mierda, y han hecho esto para
compensar el balance.
Buena cosa. Pero ha llegado la
humanidad a un punto que para su ulterior desarrollo hay que decirnos
que, bueno, que somos especiales, pero que no nos flipemos tanto. Que
hay otras cosas en el mundo importantes aparte de nosotros.
Como ahora todos somos muy importantes,
muy especiales, pues nos peleamos por un trozo de pastel que sólo es
uno, mientras que nosotros somos cientos. Pero como todos tenemos en
la cabeza que el único que se debe comer el pastel soy yo pues nos
peleamos como los niños malcriados que somos.
¿Qué hacer? Pues cosernos a todos a
hostias, evidentemente. Porque es la única manera de que un niño
que se cree más listo que los demás cierre su sucia bocaza.
De no ser así el mundo caerá por un
barranco y será todo una mierda. Por eso Dios puso a Donald Trump
donde está, para que nos apaciguase un poco a todos.
A Trump no le haces líos. Trump se los
conoce ya todos, porque él los inventó. No le vengas a Nikola Tesla
con un coche eléctrico porque igual se parte la caja de ti. ¿Esto
has hecho con mi legado? ¡Maricón!
Así que todos calladitos a obedecer a
Trump. Que os va a sentar muy bien.