martes, 7 de febrero de 2017

The Legend of Zelda: Phantom Hourglass

Uno de los Zeldas más vilipendiados es de los Zeldas que más me gustan. ¿Por qué, Señor, esta visión de rayos X que me diste? ¿Por qué soy capaz de ver oro donde los demás sólo ven basura?


Donde todos ven una bruja yo veo una mujer de los pies a la cabeza. Donde todos ven a un tío respetable yo veo a un puto mierda. Insisto, Señor, ¿por qué? ¿Qué significado tiene todo esto?

Es evidente que vivimos en una gran conspiración a gran escala porque en los billetes de un dólar hay una lechuza escondida en una esquina. Sólo tienes que tener una lupa para verla con toda maquiavélica claridad.


Vivir en una paranoia constante es de los regalos más guays que nos ha hecho el Señor. Durante unos años, una década más o menos, el mundo ha vivido con la sombra de una duda: todo el mundo es tu potencial enemigo. ¿Se os ocurre una época mejor para que yo me hiciese artista?

Vivir en una paranoia constante te vuelve loco y cuando estás loco de remate es el mejor momento para empezar a pintar. Las formas retorcidas que vas a plasmar dejarán al público con el rabo empalmado pidiendo más.


Ahora ya se está empezando a ver que todo era una chorrada y que todo era fruto de lo mal que nos tratamos las personas las unas a las otras. Pero gracias a ello yo he desarrollado unos conceptos que David Ogilvy me chupa el rabo atragantándose y sintiendo arcadas, a veces hasta soltando un poquito de potita.

Por lo tanto la conspiranoia es alguien a quien yo debo mucho.


Si fueseis mejores personas no andaríais con secretillos constantemente con los que volvéis a la peña majareta. Y si la peña no se volviese majareta no empezaría a pensar en teorías a cada cual más brillante.

Pero si no anduvierais con esos secretillos quedaría expuesto, con total transparencia, que sois una puta mierda de personas. ¿Qué hacer, entonces? Ah, ni idea. Up to you, motherfuckers.