No, yo no tengo a nadie que me regale
nada. Me lo tengo que regalar yo todo. Puta vida.
La parte buena de estar solo como el
Señor Scrooge es que todo gira alrededor de tu ombligo. El egoísmo
radical está muy vilipendiado y un poquito es bueno.
Por ejemplo, si me hubieran regalado
esta tarjeta, no sé, luego me sentiría obligado a compensar el
regalo de alguna manera. Ya no estaría tranquilo. Por tanto esa
parte de ser un egoísta sucio y purulento es buena.
Luego, como la tarjeta la he pagado yo,
pues elijo comprar lo que me salga de los cojones. Sólo tengo que
pensar en una satisfacción, que es la mía. De estar rodeado de
gente que me amase tendría que estar un poco pendiente de ellos,
aunque sea para quedar bien. Así que aquí, en esta cuestión, el
egoísmo amargo también sale ganando.
La parte mala de ser egoísta y sólo
pensar en tus caprichos es que te puedes acabar convirtiendo en
homosexual y que sólo te aguantase Smithers, como ocurre con el
Señor Burns. Esa parte, lo admito, no me gusta mucho. Ser homosexual
tiene poco honor masculino y la gente se ríe de ti, aunque no en voz
alta, porque la sociedad está avanzada. Así que esta parte del
egoísmo no es buena.
Otra parte mala de ser homosexual es
que tienes que vivir en la calle Hortaleza y vestirte con un gusto
espantoso. Además, tienes que pensar que aunque seas una chacha con
pene tienes un gusto maravilloso. Esa parte de vivir engañado con
respecto a tu propio gusto tampoco me gusta.
Las zapatillas de deporte que te tienes
que poner si eres homosexual tampoco me gustan. Tienen que tener
remates en dorado y, no sé, parecen como de mujer hortera. El
calzado deportivo que te tienes que poner si eres homosexual tampoco
me gusta.
Total, que de ser egoísta me gusta
todo excepto tener que hacerme homosexual. ¿Se podrá combinar ser
egoísta con ser un hombre normal? Esperaré que sí.
¡No sé! Yo hago caso a Movistar+, que
en su claim me dice Elige Todo. Bueno, pues yo hago caso a los
herederos de Alierta. Claro que sí.