Las mujeres es lo que más tira de
todo. Te puedes poner ñoño, te puedes escapar por los cerros de
Úbeda, pero al final el imán de diferente polaridad que las señoras
tienen entre las piernas te terminará atrapando ya que esa es su
misión y no otra cosa.
Como ya soy viejo que te cagas y por
tanto intelectual de la hostia, la conversación que me interesa de
una señora ha de ser de lo más tranquila. No quiero metérsela a
Noam Chomsky. A Noam Chomsky quiero derrotarlo, ya que ese señor
tiene más reconocimiento que yo.
Para Noam Chomsky ya estoy yo. ¿Veis
por dónde quiero ir?
Por tanto, se lo suplico, señoritas,
si quieren conquistarme no apelen a mi cerebro, que lo tengo que va a
estallar. De verdad. Tengo el coco como un dirigible. El primo de un
amigo tenía un pene con forma de dirigible, ahora que me acuerdo.
Sólo una pequeña pausa para la publicidad.
Recordado tal crucial hecho,
continuemos; que digo que no me habléis de arte ni de cosas de esas.
Decidme que soy muy guapo y que soy el mejor de todos. Eso es lo
único que me importa.
Coño, para decirme que soy muy listo
ya están todos los demás. No digo que no me lo recuerdes de vez en
cuando, pero si puedes hacer hincapié en lo que te he dicho antes a
los dos nos irá mejor.
Ser listo es mi trabajo, no mi corazón.
Mi corazón está hecho de coches de Hot Wheels y de tardes de
fútbol. Si me haces sentir Míchel yo te haré rica. ¿A que es un
buen trato, tesoro?
Por eso te digo que lo del arte se lo
dejes a los pelotas, que son los que tienen la pasta. Deja que ellos
alaben lo listo que soy y luego vámonos a reírnos de ellos
brindando con una copa de champán.
Es un trato inmejorable. ¿No te
parece, mi vida?