Convertirse en la máscara más popular
del 15-M es todo un logro. Alan Moore puede estar muy contento.
Estos logros sibilinos son colosales.
Ya ves, Alan seguro que estuvo rompiéndose la cabeza para escribir
esta novela gráfica pero seguro que nunca sospechó que, un día, el
símbolo de su trabajo iba a abanderar una revolución libertaria.
Bueno, igual se lo imaginó alguna vez,
pero cagando. Estas cosas sólo se te ocurren cagando.
La obra en sí misma está bien, como
Watchmen, pero, como Watchmen, no es algo que te apetezca leer a
todas horas. Leer a todas horas te apetece un Mortadelo o un Zipi,
pero no una sesuda disertación sobre las inmensidades del alma.
Así que buena cosa es que, para cubrir
sus carencias pop, la máscara se haya hecho un símbolo popular. Uno
puede tener La Biblia escrita, pero si no tienes un símbolo con
gancho que la venda no sirve de nada.
Esto, aparentemente, irracional, es
completamente racional. El motivo es porque a las personas nos gusta
más chupar pirulís que leer. El que tilde eso de irracional es que
de racional no tiene ni las uñas.
Yo no sé cómo tiene tan buena fama la
lectura. ¡No lo entiendo! ¡Leer no mola! ¡No es ningún placer!
¡No existe “el placer de la lectura”! Es un placer como de
adultos, pero eso no es placer ni es nada. ¿O sí? ¿Me estoy
perdiendo algo?
Yo el placer adulto lo asocio con
retorcidas ingenierías sexuales, pero con un libro... Hombre, si me
la chupan leyendo un libro ya sí.
Ah, bueno, y con chocolates Valor. Se
me olvidaba.