Pues eso, té de cannabis. Vendido en
los chinos. Hecho en Austria, patria de Red Bull.
Imagino que en todos los países pasa
lo mismo: llega el clásico Red Bull y todos los cuñados se ponen a
imitarle. La clave es “un refresco así como original que venga en
un bote alargado”. Y a estos se les ha ocurrido echarle cannabis,
que de todos es sabido que es una cosa así como muy guay y
transgresora.
Saber, sabe a té. Nunca he probado
ninguna cosa de cannabis que tenga algún interés especial salvo los
cigarrillos. El cannabis no sabe a nada, o si sabe a mi me da igual.
Prefiero un caramelo de fresa que de cannabis.
Luego colocar yo diría que no coloca.
Cuando pruebas algo de cannabis estás muy atento a tus sentidos, a
ver si se nublan o algo. Te parece que ¡oye! puede que estés
sintiendo algo. Pero no, nunca es nada. Cuando pruebas algo que
coloca no tienes que estar atento a tus sentidos. En todo caso
evadirte de ellos, para no estallar.
Con lo cual no auguro un gran futuro
para C Swiss, porque no ofrece nada significativo en absoluto. Para
los coleccionistas como yo es interesante porque es un trozo de
mierda que se pudo ver por la calle en 2017, pero poco más.
Hombre, el bote es de papel. Eso es
como un pelín de innovación y tal. Es naranja, que es un color que
me gusta. Lo abres como un brick de leche, quitando una pequeña
lámina de plástico. ¡Bueno! Por ver algo positivo en el trozo de
caconi.
Lo único que tiene sentido en la
industria del cannabis son los mais. El resto son todo aproximaciones
hasta que lleguemos al feliz acontecimiento, que tendrá que llegar
tarde o temprano.
Yo esta chusti me la he comprado porque
no había Red Bull grande, que si no de qué.
Eso es a todo a lo que aspiran los
cuñados: a que el bueno no esté disponible a ver si así rascan
algo. Estos cuñados son un verdadero incordio. Renta básica ya,
para que esta pobre gente no tenga que pasar por el durísimo trago
de ganarse la vida.