martes, 16 de mayo de 2017

Jude Law

Cuando la vida me puso en la urgencia de dejarlo todo e ir a explorar las elevaciones del espíritu mi madre se llevó un disgusto que te cagas. Así que para soportar mi ausencia se tuvo que hacer fan de alguien parecido a mi. Ese alguien es Jude Law.


Jude Law es un chico travieso y sofisticado, como yo. Afortunadamente no me estoy quedando calvo, como él, y ahí puedo anotar un gol en mi casillero. Supongo que mi madre ve en Jude todo aquello que veía en mi. Es un halago, tengo que admitir.

Las personas solemos hacer esto: si perdemos a alguien, para superar el trauma, escogemos a otro alguien en el que podamos depositar el amor que depositábamos en la persona amada y que ahora se ausenta. Por ejemplo, si se muere un pariente al que queríamos mucho sustituimos a ese pariente por una lápida y vamos a hablar con la lápida como si ella fuera nuestro pariente.


Yo, como el cementerio me pilla lejos, tengo mi propia imaginería para sustituir a la gente que quiero pero ya no se halla a mi lado físicamente. Por ejemplo, en los coches veo a mi padre, porque a mi padre le gustaban mucho los coches. Cuando voy viendo coches por la calle tengo la sensación de ir con mi padre diciendo que este coche mola y este otro no tanto.

Si tienes la suerte de encontrarte con una persona traumatizada por una pérdida ¡has cantado bingo! Esa persona te dará gratis el amor que le daba a quien ya no está con ella. Simplemente por estar, sin trabajar ni un poquito, serás agraciado con amor, ese néctar que Betty La Fea aprendió a no regalar porque en esta vida hay que saber torear.


Hoy amor nadie da ni una gota. Como todo el mundo está a intentar sacar dinero de donde sea se lleva un rollo mafioso. Hoy nadie se fía de nadie porque un paso en falso puede suponer acabar sin un duro, y eso le aterroriza a la gente una barbaridad.

Por ejemplo si eres espontáneo con tu jefe puedes cagarla, porque él puede usar la parte más tierna de tu corazón para apretarte y hacerte sangrar. Y cuanto más sangres tú más ganará él porque eres su competidor, y un competidor sangrando es un competidor hundido.


¿Hemos convertido el juego social en una partida despiadada? Pues claro que sí, no te engañes. Estamos jugando más duro que nunca en la historia. Pero tenemos que hacer como que todo es perfectamente normal, porque de no hacerlo quedaríamos eliminados ya que habríamos confesado nuestras bajezas.

Yo como no hago otra cosa que confesar bajezas estoy limpio. No me pueden pillar por ninguna parte y, a la vez, construyo un juego en el que gana todo aquel que se apunta. En mi juego cuanto más digas la verdad más ganas. ¿No te parece un concepto disruptivo, oh, amante de las cosas disruptivas? ¡Cómo te gustan las cosas disruptivas!