Si tienes un compromiso serio con ser
guay tienes que hacer ciertas concesiones en la vida. Una de ellas,
sin duda, es abstenerse de gasolineras Repsol, tan mainstream, y
optar por cosas más propias de gente con gusto superior al del
hombre corriente.
Si tienes la suerte de ver un poste de
Petronor en la A-6 tienes que tomar la siguiente salida, porque te
permitirá repostar una gasolina con otro sabor. Gasolina Repsol la
puedes probar en la urbe, pero ya que sales a La España Salvaje
tienes que mezclarte con sus gentes, tan silvestres.
La clase, como espero que ya sepáis,
no es hacer guetos: tú sí y tú no. La clase implica ver la
cualidad especial, única, que cada persona atesora en su corazón.
Aunque sea gente que vive, por alguna razón, en Castilla-León.
Francamente, ya tenía gasolina, así
que lo único que podía degustar de especial en una estación de
servicio Petronor era lo que tuviese o dejase de tener en su bazar. Y
este bazar era un Sprint, es decir, lo mismo que tengo en la esquina
de mi calle, aquí en Madrid, donde todo está ordenado.
Pero esto no contradice lo
anteriormente expuesto.
Me he comprado un sandwich y me han
endiñado la oferta: si compras una Coca-Cola de medio litro y una
chocolatina junto con tu sandwich te hacen un precio especial, mucho
más bajo que si lo comprases todo por separado.
Como no tenía ganas de discutir y sí
de hacer alarde de mi poderío económico, el que me otorga ser de
Madrid, he aceptado. Nobleza obliga.
El bazar era una mierda, tenían
superpocas cosas. Lo único especial eran los típicos cds de “Lo
Mejor de...”. Pero de ese tipo de cds sólo he comprado uno de
Simon & Garfunkel en mi vida y tengo suficiente.
Ya no hay videojuegos en las estaciones
de servicio de la A-6. Otro signo inequívoco de que los videojuegos
ya no molan.