La mujer que repartía las octavillas
pasó de muy amable a bruja víbora cuando no mostré tanto interés
por su rastrillo como lo tenía ella.
Es curioso cómo es el buenismo,
¿verdad? Todo buen rollo mientras no me critiques. En ese momento te
convertirás en el blanco de mi ira.
El buenismo es un comportamiento
infantil, y como tal es encantador. La putada de estos tiempos es que
sólo se ha podido elegir entre dos comportamientos infantiles:
buenismo o neoliberalismo. ¿Qué eres, un poco gilipollas o
gilipollas del todo? Cuéntame.
¡Qué difícil ha sido atravesar estos
tiempos! He tenido que ver la belleza entre los mayores trozos de
basura de la historia. Como logro personal es estupendo, pero me ha
dejado agotado. Ha sido mi personal Spartan Race.
Cuando eres capaz de ver la belleza
entre la inmundicia más pútrida estás preparado para crear
verdadera belleza. Nadie podrá resistirse a tu luz porque atraviesa
hasta la capa de detritus más gruesa. Así que al menos
profesionalmente esta etapa de la historia ha sido magnífica para
mi.
Imagínate que en vez de ir a saco paco
por la vida me hubiese quedado en una mera postura buenista; en tal
caso a lo máximo que podría aspirar sería a hacer ridículos
dibujitos tipo Mr. Wonderful. ¡Diablos! Qué destino más cruel.
Francamente, yo para hacer dibujitos
tipo Mr. Wonderful prefiero arar el campo. Al menos arar el campo es
una tarea noble. Por eso en estos tiempos he preferido arar el campo
que hacer dibujitos tipo Mr. Wonderful.
Pero como el campo ya está arado ahora
me voy a poner a dibujar. Y al primero que pienso dibujar es a ti. Te
vi pintando corazones por las calles de Malasaña. Te tengo
caladísimo. ¡Vas a quedar maravilloso!