miércoles, 3 de mayo de 2017

Samsung Galaxy S8

Tener el gusto más desarrollado que la gente corriente es una putada, porque lo que a la gente le parece la hostia a mi mñé. Por eso si no os llamo mucho no os enfadéis conmigo, es que vuestra presencia me agrede en cierto modo.


El nuevo Galaxy está considerado como la quintaesencia smartphone actual. A mi me parece el resultado de unos copiotas que le han puesto a la Stacy Malibú un sombrero nuevo.

Aquí el único que puede hacer smartphones es Steve Jobs, que para eso se los inventó él. Samsung llegó, copió el trabajo fruto de los desvelos del típico americano genial y se puso a hacer dinero con ellos. En la sociedad del futuro esto estará prohibido y penado con la muerte.


No digo que una pantalla curva no sea una cosa curiosa, lo mismo que lo es un plato cuadrado. Como ves pocos así cuando ves uno dices “¡Anda! ¡Un plato cuadrado! ¡Qué original!”. Pero yo como en platos redondos porque es más práctico: no tienen esquinas y sobre todo son más baratos, porque no son de diseño.

Es posible que en el futuro hacer pantallas curvas sea más barato que ahora y todos tengamos teléfonos con pantallas curvas. Pero yo diría que hay que ser canelo para pagar un extra grandecito por tener una pantalla curva. Sólo es una pantalla curva, tío. No es una innovación significativa.


El éxito del trabajo de Samsung temo que es fruto del cuñadismo, ese ente diabólico que ha campado a sus anchas durante la crisis. Básicamente quien se compre un Samsung S8 lo que quiere es darle en los morros a su vecino, como el niño que presume del coche que tiene su papá cuando no aprueba ni de carambola.

Y como para que haya bullys tiene que haber tolilis los tolilis agachan la cabeza ante un teléfono que, bueno, es un teléfono. Es muy bonito, pero más bonito es no gastarse una pasta en algo tan de andar por casa a estas alturas como un teléfono móvil.

Samsung para mi es el Audi de los teléfonos móviles, algo que me pone rojo, pero no de ira. ¡De vergüenza!

Tú imagínate qué espectáculo si vas a tomar unas cañas y pones sobre la mesa un Samsung S8. Pueden pensar de ti cualquier cosa. Si te lo compras, mejor no lo saques.