Los putos viejos somos un estorbo. Si
ya lo sé. A los 30 años todos deberíamos ser eliminados, ya que no
tenemos mucho más que aportar a la sociedad.
Yo aprendí a programar en Action
Script para Flash 5 a principios de siglo. ¿De qué me vale eso
ahora? Me vale para que se rían de mi a carcajadas, por ser tan
viejo. ¡Estarás muy orgulloso, Juan! Hazme una animación en Flash,
anda.
Pues de esto es un poco de lo que trata
Los Becarios. De que como te veas en la calle con cierta edad estás
jodido no, lo siguiente. Yo por eso me preocupé porque me
despidieran de todos y cada uno de los sitios en los que he estado
contratado lo más pronto posible.
Como me vi en la puta calle antes de
cumplir los 30 todavía tenía una brizna de esperanza en mi
horizonte. Me dediqué a liarla parda en todos los sitios de los que
me despidieron para que, al menos, se acordaran de con quién se
están jugando los cuartos.
Ey, puede que sea vago, pero tengo un
orgullo que me peino para atrás.
Además, así desarrollé mi carácter
sádico, tan importante en el mundo del arte. Si no eres un sádico
¿para qué coño te dedicas al arte? Es como dedicarte al culturismo
siendo anoréxico.
A mi los millennials no me amedrentan,
lo siento. Ya sé que esto es como pecado decirlo. Pero es que yo soy
guay por genética, no por edad. Así que le tengo el mismo respeto a
un niño de 9 años que a un viejo de 90: ninguno.
Se supone que si ahora eres un viejo
los millennials te tienen que asustar, pero yo debo ser Juan Sin
Miedo. A mi los millennials me parecen unos memos que se hacen pis
encima si alguien les lleva la contraria.
Por eso si yo me viese como los
protagonistas de Los Becarios, haciendo un training en Google,
acabaría tomando el sillón presidencial por la fuerza. Y luego me
presentaría a Presidente de los Estados Unidos, derrotando en justa
pero desigual batalla a Mark Zuckerberg.