Tener talento es una cosa muy buena;
con una mierda de perro haces una escultura. De no tener talento
tendrías que gastar cantidades insultantes de dinero para cubrir tus
carencias creativas.
Por eso a mi me da igual comprar esta
mierda de pintura en el Dealz por 1,50€ que un tubo de óleo fino
filipino. Use el óleo o use este voy a hacer una cosa cojonuda.
Casi prefiero usar esto, porque cuanto
más innobles sean los materiales más noble me parecerá el
resultado final. Alcanzar algo noble con medios innobles es la mayor
nobleza del mundo.
Tú, por ejemplo, si quieres practicar
el golf lo primero que haces es gastarte 2.000 pavos en un equipo de
los buenos. Yo, sin embargo, usaré un palo de pino y una pelota de
tenis y voy a ser mejor golfista que tú.
A veces no sé qué le pasa a la gente
conmigo, pero empiezo a tener una ligera idea.
Claro, tú te rompes la espalda y en el
mejor de los casos rascas un par de perlas. Yo lo que me rasco es la
barriga todo el día, me tiro un pedo y del culo me sale un potosí.
Es normal que estés rabioso.
Bueno, normal no es, es anormal, porque
deberías ser feliz con lo que Dios te ha dado para ser un buen
cristiano. Pero entiendo que como hijo menor de Nuestro Señor, débil
ante las tentaciones del espíritu, te me revuelvas un poco. No te
preocupes, Nuestro Padre se hace cargo de tu debilidad irrisoria.
Pero la culpa no es tuya; la culpa es
de la sociedad, que te dice que tienes que ser creativo. ¡Tú qué
vas a tener que ser creativo! Tú lo que tienes que ser es una
fábrica de niños, como todos los hijos menores de Nuestro Señor,
que para eso estáis. Simplemente quieres hacer algo para lo que no
estás diseñado y por eso te sale mal.
Deja los asuntos excelsos para los
profesionales y tú dedícate a envejecer con la mayor dignidad
posible. Si te portas bien te daré una piruleta.