jueves, 11 de mayo de 2017

Paper Mate Marker Permanent

Para mi estos rotuladores son los que mi abuela usaba para hacer marcas en las telas durante sus labores de coser.


Coser es una de las labores más elevadas que existen. Con algo tan humilde como una aguja se pueden hacer vestidos que lucen los emperadores. Es la expresión más bella que conozco de la parábola del grano de mostaza de Jesús.

Coser, además, es una labor trapense. Fijas la vista en un lugar muy pequeño. Es lo que hacen los cirujanos y los japoneses que fabrican microchips. Coser es, sin duda, por donde debes empezar si quieres llegar a ser un árbol de mostaza que en sus ramas dé alimento y cobijo para todos.


A lo mejor tú actúas de la manera contraria. Tienes en tus manos semillas de mostaza que, al ser tan pequeñas, las desprecias. Y vas al mercado a vender los juguetes de tu hija, potenciales objetos de coleccionista, para comprar semillas más grandes, más aparentes.

Y por quedar bien delante del tonto de tu vecino, que es tonto, pierdes la oportunidad de tener un árbol enorme en tu jardín. Sólo por tener las pelotas aún más pequeñas que la semilla de mostaza.


¿Que no conocías la metáfora de la semilla de mostaza y que por eso no has hecho lo correcto? ¿Pero a quién quieres engañar? ¿Te has educado en la tradición budista? No, tú te has educado en la tradición cristiana. Así que conoces la parábola de la semilla de mostaza. Que no la apliques es culpa tuya y sólo tuya.

Con las agujas y las semillas de mostaza Dios quiso dar a sus hijos una valiosa lección: que aunque al principio sean pequeños e insignificantes si confían en lo que Él ha puesto en ellos serán colosos. Y encima, colosos que trabajan para el bien, no colosos de esos de pies de barro que hay por ahí.


Los colosos de pies de barro son los que plantaron las semillas aparentes, no las de mostaza que les venían de serie. Se han hecho colosos pero a costa de llevar dentro un ser pequeño, diminuto, al que no se le ha dado la oportunidad de crecer. Por tanto morirán siendo tan pequeños como cuando nacieron, incluso más, por miserables.

Y tú, que estás emprendiendo, también eres una bella expresión de la parábola del grano de mostaza. Así que deja de lloriquear, maldita sea, porque no te voy a explicar otra vez la parábola del grano de mostaza. Ya es hora de que te la cuentes tú a ti mismo, machote.