Para mi estos rotuladores son los que
mi abuela usaba para hacer marcas en las telas durante sus labores de
coser.
Coser es una de las labores más
elevadas que existen. Con algo tan humilde como una aguja se pueden
hacer vestidos que lucen los emperadores. Es la expresión más bella
que conozco de la parábola del grano de mostaza de Jesús.
Coser, además, es una labor trapense.
Fijas la vista en un lugar muy pequeño. Es lo que hacen los
cirujanos y los japoneses que fabrican microchips. Coser es, sin
duda, por donde debes empezar si quieres llegar a ser un árbol de
mostaza que en sus ramas dé alimento y cobijo para todos.
A lo mejor tú actúas de la manera
contraria. Tienes en tus manos semillas de mostaza que, al ser tan
pequeñas, las desprecias. Y vas al mercado a vender los juguetes de
tu hija, potenciales objetos de coleccionista, para comprar semillas
más grandes, más aparentes.
Y por quedar bien delante del tonto de
tu vecino, que es tonto, pierdes la oportunidad de tener un árbol
enorme en tu jardín. Sólo por tener las pelotas aún más pequeñas
que la semilla de mostaza.
¿Que no conocías la metáfora de la
semilla de mostaza y que por eso no has hecho lo correcto? ¿Pero a
quién quieres engañar? ¿Te has educado en la tradición budista?
No, tú te has educado en la tradición cristiana. Así que conoces
la parábola de la semilla de mostaza. Que no la apliques es culpa
tuya y sólo tuya.
Con las agujas y las semillas de
mostaza Dios quiso dar a sus hijos una valiosa lección: que aunque
al principio sean pequeños e insignificantes si confían en lo que
Él ha puesto en ellos serán colosos. Y encima, colosos que trabajan
para el bien, no colosos de esos de pies de barro que hay por ahí.
Los colosos de pies de barro son los
que plantaron las semillas aparentes, no las de mostaza que les
venían de serie. Se han hecho colosos pero a costa de llevar dentro
un ser pequeño, diminuto, al que no se le ha dado la oportunidad de
crecer. Por tanto morirán siendo tan pequeños como cuando nacieron,
incluso más, por miserables.
Y tú, que estás emprendiendo, también
eres una bella expresión de la parábola del grano de mostaza. Así
que deja de lloriquear, maldita sea, porque no te voy a explicar otra
vez la parábola del grano de mostaza. Ya es hora de que te la
cuentes tú a ti mismo, machote.