domingo, 30 de octubre de 2016

Dance Academy


Dance Academy es una serie australiana con ese mensaje que ya todo LinkedIn conoce: sigue tus sueños. Síguelos, ¿eh? Si no los sigues ya verás.


A estas alturas venir con eso me parece inocente, pero como es una verdad muy grande pues aguanta las modas. Yo que tú no me iría a dar una charla al Ted con este argumento, porque, oye, el Ted se conoce que es un sitio muy importante, pero vamos, que para hablar en el bar todavía te aguanta. Todavía puedes llegar al bar diciendo que uno ha de seguir sus sueños y quedar bien, no hacer el ridi.

La serie pues es así, regular, de 6, pero como salen chicos y chicas jóvenes bailando pues para qué quieres más. Sale una rubia que dan ganas de ponerle una nariz y orejas de cerdito y hacer que se pasee a cuatro patas por la casa y un chino que te dan ganas de cruzarte de acera. Así que, vamos, que a mi es una serie que me parece bien. Y el main theme, que sale en este cd, pues también está muy bien. Muy The Killers, menos obvio. Tiras como un señor, con ese temilla.


Lo de seguir tus sueños, pues chico, el que no lo sepa todavía que se lo haga mirar. ¿Qué coño has hecho todos estos años si no es seguir tus sueños? ¿Tan out estás? Hombre, tan out no estarás. Algo habrás oído sobre ese asunto, ¿no? O algo habrás sentido, así de refilón.

Hoy en día, de verdad, me parece más in un tío que no siga sus sueños que uno que los siga. ¡Mira ese! ¡No sigue sus sueños! ¡Hay que ser punky! Antes no, antes los punkys éramos los que los seguíamos, pero ahora que los sigue todo cristo lo punky es lo otro. Y así será, por los siglos de los siglos.


Igual podría sacarme esa moda de la manga, que me estoy aburriendo un poco. Meterme a trabajar en un banco. Ahora que los bancos se han vaciado de mujeres frustradas que se han liado la manta a la cabeza y se han puesto a hacer broches de fieltro, eso que siempre soñaron, ahora llego yo y me hago broker. En los bancos ya sólo quedan los banqueros hardcore, los que molan, los Tíos Gilitos. Los que les gusta el dinero más que respirar. ¡A mi me pasa lo mismo, amigo! Yo soy rojo, pero no gilipollas. Usted aprovéchese de mis cualidades intuitivas. Yo me aprovecharé de su estructura empresarial. Juntos nos haremos con el dinero de todos estos borregos. ¡De todos! ¡Los vamos a desplumar!

A mi el dinero me gusta tanto como las Ruffles Jamón: un huevo. Yo de pequeño guardaba el dinero que sacábamos cantando el aguinaldo por Rosales, que si cantas el aguinaldo, chaval, por ahí tienes que ir, en un bote de Cola Cao. Pasaba las tardes contando mis monedas y algún que otro billete, pensando que iba a hacer con esa fortuna. ¿Pillarme el Sonic 2? ¿El Street Fighter II? ¡No sé! Sólo sé que estoy forrado. Y todo gracias a esos señores de derechas que tienen pisos de 120 metros cuadrados en Rosales, que les encantan las cosas tradicionales como los niños cantando el aguinaldo por Navidad.


Un año ya nos canteamos, que el Bula ya tenía barba, y nosotros cantando Campana sobre campana como si fuésemos unos niñines. Y el Bula que ya usaba Gillette. En fin, lo que se dice un canteo, tío.

Pero oye, ese año trincamos que lo flipas. Un solterón nos dio 2.000 pesetas. ¡2.000 pesetas! ¡Vaya subidón! Veinte duros estaba bien. Con 200 triunfabas así como ya chulo. Con 1.000 pelas subidote que te cagas. Pero 2.000 fue el apoteosis. Y así pasábamos la vida.