miércoles, 26 de octubre de 2016

El sueño de Morfeo


Como niño, me ofende la existencia de este grupo. Sale La oreja de Van Gogh y, al poco tiempo, sale El sueño de Morfeo. Pero bueno. Ustedes se deben haber creído que nosotros somos gilipollas, ¿verdad que sí?


Tiene que ser así, porque si no no cuadra. Ustedes lo han visto claro: ustedes han visto un producto que ha tenido éxito, se llame como se llame. A ustedes lo que les interesa es ganar pasta rápido. Así que lo han copiado. Ustedes son como esa consola, la Nasa, que es igual que la NES. Peor, porque esa consola al menos tiene el encanto de la copia descarada. Ustedes me pretenden vender una copia como haciendo lo posible para que no se note que lo es. Con ciertas ínfulas de calidad. Ustedes son la madre del cordero. La madre que lo parió, al cordero.

Y, claro, me ponen a estos tres pobres chicos, que no tienen culpa de nada, a hacer el ridículo. Estos pobres chavales querrán triunfar, como sea, y, como Pinocho, se han dejado liar por el primer hijo de puta que ha pasado. Pobre Pinocho. Por hacer caso a esa gentuza ahora tiene cola de burro. Pues esto es lo que les ha pasado a estos tres, que la gente se burla de ellos, porque son los que dan la cara, cuando al que deberían quemar es al productor, al que tuvo la idea.


Yo contra ellos no tengo nada. Uno se parece al pianista de Parada, y, oye, ya bastante tiene con lo que tiene. El otro parece así un poco borrico, no creo que ande de talento como para ir regalándolo, caray, pero bueno, está cachitas, y un cachitas siempre luce. Y la chavala es muy guapa. ¿Qué más quieres? A mi la voz de una chica plim. Lo que cuentan son las tetas, el culo y que no sea horripilante de fea. Nada más.

El pecador, de la pradera, es el de la idea. El timador que colgó un anuncio que ponía “Se buscan jóvenes para grupo pop con mucha proyección”. El trilero del barrio, vamos. Uno de mi barrio, que de pequeños nos perseguía para pegarnos, de mayores nos contó que había tenido la genial idea de montar un buen bisnes. El bisnes consistía, agárrate, en un teléfono erótico. Bueno, vale. No pasa nada, yo he llamado a esos teléfonos, me hago una paja y sigo con mi vida, que es muy triste. Si no lo fuera no llamaría, por eso esos teléfonos son buena cosa, porque animan la vida.


La cosa no era el qué, era el cómo; su teléfono ofrecía tres servicios: chicos, chicas y travestis. Ah, guay, entonces tendrás una plantilla de, al menos, tres trabajadores, ¿no? ¡Naranjas! ¡Él hacía las tres voces! ¡Y se quedaba tan ancho! ¿Que tú quieres una tronca? ¡Voilá! ¡Soy una tronca! Aflauto un poco la voz y soy una tronca. ¿Quieres una chix with dix? Aflauto la voz, pero menos, y soy un mandingo con tetas.

Yo no sé cómo enfoca la vida la gente. Cuando veo estas cosas me pregunto qué clase de fábulas leían de pequeños estas personas. Me pregunto cuál leyeron en la que la moraleja fuese que echarle morro a la vida que te cagas, pero que te cagas, da unos beneficios tan pingües que te quedas loco. Que si construyes una casa de paja no te preocupes, que eso va a aguantar que lo flipas cuando venga el lobo feroz.


De verdad, es que no lo entiendo. Si lo haces, por lo menos lo suyo es que vayas avergonzado por la vida, ¿no? ¿A ti qué tal te va? Mal, bu, fatal. He tenido que hacer una cosa espantosa: he tenido que copiar a un grupo de éxito, porque es que todo se me da fatal. No consigo hacer nada así a derechas, no tengo... ¡No sé! No tengo capacidad para esto de enfrentarme a la vida. Así que fíjate a qué cosas tengo que recurrir...

Yo me siento culpable hasta por respirar. ¿Cómo debe ser la vida de esta puta peña? ¿Cuál es su nivel de exigencia? De verdad, no entiendo nada.