lunes, 17 de octubre de 2016

BabySmile

Las sonrisas de los niños son las mejores porque son inocentes. Esto, que es vox populi, también los sabe Día% y me ha vendido este cepillo de niños, ahora que estoy de viaje, apelando a ese hecho que os relato.


Los niños son puros, están sin mácula todavía. Están sin macular. ¿A que edad se queda un niño maculado? ¿A los diez años? Vamos a poner que así sea. A los diez años un niño empieza a mancharse del lodo del mundo y se convierte en uno más de nosotros, un pecador más.

A partir de ese momento deja de ser una criatura pura y divina y empieza a ser un hijo de perra, como somos los demás también. El mero hecho de caminar por este mundo implica mancharse de la mierda que lo cubre. Pretender otra cosa es una soberbia insultante.


Pretender ser ese niño puro toda la vida es ridículo. La mierda no te quita la pureza, ya que lo que es puro no se puede hacer impuro. Lo que es puro lo es y eso es inmutable. Pero pretender que una perla no está manchada de mierda es algo remilgado, absurdo, contra lógica.

¿Por qué se empeñan las chicas en fingir que no están dañadas? ¡Dios mío, son las más dañadas de todas! Vivir en este mundo para una chica delicada es una pesadilla. Vivir en este mundo para una criatura delicada es una pesadilla. Pero fingir que no estás en una pesadilla no la anula, la mete debajo de la alfombra y, al no verse, no se puede limpiar.


Yo entiendo que para una chica fina es muy duro mancharse de mierda como si fuera un chico idiota cualquiera. Es ofensivo, pasa por encima de su realeza, es el mayor de los dolores. Pero, mi querida amiga, me temo dos cosas:

Una, que no puedes seguir subida en un pedestal eternamente. Tu humanidad, aunque superior, no deja de ser humanidad, y como tal ha de mancharse de suciedad como todos los demás humanos. El Verdadero Rey de los Judíos entró en la ciudad a lomos de un borrico, como cualquier paria, para darnos esta lección: un verdadero Rey no arenga a su pueblo desde un púlpito. Se mezcla con él y si hay que jugar a las cartas se juega.


Dos, pretender que no estás herida es la más sucia de las impurezas. La pureza es la verdad limpia, sea esta dolorosa o no. Por tanto disfrazándote de pureza estás siendo la más impura de las criaturas, una de esas que con tanta fuerza dices rechazar. Por tanto, querida, me estás ofendiendo mazo. Me estás ofendiendo que lo flipas. Estoy a punto de estallar.

Mi querida amiga, ese camino de disfrazar tu dolor sólo te conducirá a ser una zorra, si es que no lo eres ya. Una zorra es una chica vengativa. El motor de su vida es la venganza contra aquellos que la han herido. Y ese camino no es precisamente puro.


Una zorra no tiene objetivos en la vida, y si los tiene están supeditados al plan final, que es matar a todo el mundo que sea un potencial enemigo para su delicado corazón. Esto, evidentemente, es un plan de mierda, y no le llevará a ninguna parte más que a acabar viviendo con su hermana en una casa asquerosa rodeada de velitas de santos. Estoy hablando de mis vecinas.

Mi vecina la bizca todavía tiene esperanza. Me saluda con brillo en la mirada, aunque sea una mirada bizca, porque soy muy guapo. Ella todavía tiene ganas de hacer las paces con el mundo y venirse conmigo a retozar. Yo voy a declinar su ofrecimiento porque es muy fea, pero esa no es la cuestión. La cuestión es que ella todavía tiene ganas de hacer las paces con el mundo.


Sin embargo la hermana no bizca no me mira. No, no es porque yo no le guste, porque eso es imposible. Es porque su enfado puede más que sus ganas de ser feliz. Y cruzar esa línea es bien jodido.

Mis queridas zorras, zorras queridas, amargadas varias, putas en general: dejadlo ya. Nos tenéis hasta los cojones. Sois la antítesis de molar. Nos tenéis hartos. Hasta la coronilla. Habéis obligado a este Verdadero Rey de los Judíos a bajar de ese humilde borrico en el que tan cómodo iba y cruzaros la cara. No, no por mi, que a mi plim. Por vosotras. Para que os deis cuenta de vuestro error. Para salvaros de vuestro propio dolor.


Así que arrodillaos ante mi, vuestro Redentor, y dadme las gracias. Quizás así tenga a bien perdonaros y llevaros conmigo hacia la Eternidad.