Me gusta ver a Coca-Cola humillada. Me
gusta verla en el lineal compitiendo vía precio, como los pobres. A
todo el mundo le gusta ver a un gigante hundido. Nos hace pensar que
nosotros no somos tan malos, esa visión nos resarce de posibles
agravios que haya podido cometer el gigante contra nosotros, o
cualquier gigante. Quién pague la deuda da igual. La cuestión es
que se pague.
¿Somos miserables que te cagas? Pues
sí, pero no sólo por comportamiento, también por activos. Si
tuviésemos muchos activos no necesitaríamos ver gigantes hundidos,
porque no tendríamos agravios que resarcir y todo marcharía
francamente bien. Sin embargo esta vida es un valle de lágrimas y
todos no hemos de llevar sólo nuestra cruz, sino ayudar a los demás
a llevar la suya.
Al ver la cuestión tan diáfana se da
uno cuenta, sin duda, que la competencia no tiene sentido, ya que a
fin de cuentas jodidos estamos todos y cargar a otro con una cruz más
pesada, al final, no va a hacer más que acrecentar el peso de la
nuestra.
Contemplar, con tristeza y a la vez
alegría, que nuestras cruces no son cruces separadas sino que son
todas la misma dividida en cómodas cuotas, debería despejar tu
visión de extraños sueños asesinos.
Luchar contra el comunismo no tiene
sentido, ya que vivimos por naturaleza en un sistema comunista. El
peso que llevamos sobre nuestras espaldas está marcado por nuestras
capacidades y nuestras necesidades. A cada cual, según sus
capacidades y según sus necesidades. Esa es la máxima del
comunismo.
Los que son más fuertes llevan más
peso a sus espaldas porque son más fuertes y que ellos lleven más
peso maximiza la eficiencia de la humanidad como total, como raza
metida en la misma harina. Por otro lado cada uno tenemos unas
necesidades, y el peso no puede ser tan alto como para aplastarnos
del todo. Capacidad – Necesidad = Peso total de nuestra cruz.
Supongo que ya os habréis dado cuenta,
o no, por esto que hablamos de las capacidades, que la Crisis estaba
diseñada por Dios para dar a sus hijos una lección. Más bien, para
despejar su visión de asuntos que no tienen importancia ninguna en
el problema real de la vida en la Tierra.
Hace 2000 años, año más, año menos,
el tal Jesucristo llevó sobre sus espaldas buena parte del peso del
resto de sus hermanos. A este, que se le ve que tiene fuerza, el tío,
le vamos a apedrear porque alguien tiene que cargar con nuestro
dolor, porque nosotros es que, de verdad, no podemos más. Tanto es
el peso de tratarnos mal los unos a los otros que no sólo le vamos a
apedrear, le vamos a dar de latigazos, le vamos a escupir, le vamos a
poner una corona en la cabeza hecha con una zarza, lo vamos a cargar
con una cruz gigante de madera y, de postre, lo vamos a clavar en
ella y vamos a dejar que se muera desangrado como un cerdo. ¡Qué
gustito! Ya me siento mucho mejor.
A la conclusión que he llegado yo hoy
llegarás tú tarde o temprano, más tarde que temprano por el
asuntillo ese de las capacidades. Y te darás cuenta, por fin, de que
estás haciendo el tonto. Que seguir compitiendo con el vecino a ver
a quién le va mejor o peor es una triste chorrada, ya que no vivís
en partidas enfrentadas sino en la misma partida. La partida parecen
varias enfrentadas porque estamos tan puteados los unos con los otros
que nos resulta más cómodo pensar que si a mi me va bien y al
vecino mal me siento mucho mejor, ya que a ese punto hemos llegado.
Cuánto nos ha puteado el vecino. Tanto
nos ha puteado que le hemos mandado a cagar, que lleve él solito su
puta cruz. Ya tengo yo bastante con la mía. Tu desgracia aliviará
mi jornada. A este punto de descontrol hemos llegado. Ya ni se me
pasa por la cabeza ayudarte. Cuando te vea bien hundido quizás ya se
me pase por la cabeza echarte una mano. Pero mientras tanto ni hablar
del peluquín.
Poniendo un barreno en el corazón de
nuestro sistema Dios quería que dejásemos de hacer el retrasado.
Porque habíamos inventado un sistema que nos permitía pasar de
nuestros hermanos, esos hijos de puta. ¡Qué más da las movidas que
tenga con este o con aquel! Si estudio bien y me busco un curro guapo
no tendré que mancharme de barro las manos con tan sucias
cuestiones. Me saldré del tedioso asunto ese de llevarnos bien entre
todos, porque ese cabrón es subnormal y con él no se puede hablar.
Así que estudio, me busco un curro de futuro y ahí os quedáis.
Lamentablemente no se puede avanzar si
no es todos juntos. No se puede gasear a una parte de la raza o
lanzar un virus que se lleve por delante a un tercio de la población
mundial. ¡Ojalá! ¡Eso lo solucionaría todo!
Pero Dios sabe que esa no es la
cuestión. La cuestión es que la humanidad tiene que entender, de
una vez por todas, que se tiene que llevar bien con ella misma. No
vale ya poner parches. No vale inyectarle a ese hijo de puta un virus
para que deje de joder ya de una vez. Tendremos que hacer aquello que
llevamos eones intentando no encarar: llevarnos bien con el vecino.
Esa es la única manera de que se alivie el peso de tu propia cruz,
aliviar el de los demás. La Crisis lo demuestra. Si cae uno caemos
todos. ¡Diablos! ¡Puta ONU! ¡Puta CEE!
Yo, de verdad, estaba encantado con el
sistema ese que me permitía pasar de todos los subnormales que
conozco. ¡Pero si son unos hijos de puta! ¿Por qué tengo yo que
cargar con su mierda?
Por el temilla ese de las capacidades.
Porque soy el fuerte.
¡Me cago en la puta! ¡Me cago en
todo! ¡Me cago en San Blas! ¡Me cago en tal!