domingo, 23 de octubre de 2016

Piolines No quiero pensar


Este disco me lo compré en Yunque, esa tienda de segunda mano de Madrid que está un poco carilla, para ser de segunda mano.


Yunque es una tienda de segunda mano de autor. Por eso cuando entras el dependiente no te quita ojo, a ver si vas a manchar con tus sucias manos sus excelentes discos usados. A los autores no nos gusta nada que el vulgo ponga sus patazas sobre nuestros refinamientos. Trabajamos para el público, a pesar del público.

Tenemos muy mala hostia. Somos muy orgullosos. Somos intratables. Vemos a todo el mundo por debajo de nosotros y consideramos que ese es el orden natural del universo. Si nos encontramos a alguien parecido a nosotros concluimos rápidamente con que es un farsante y seguimos nuestro camino.


No, y no trates de convencernos de lo contrario, porque ya hemos dictado sentencia. Nuestras sentencias son irrevocables. Por eso somos peligrosos e inofensivos a la vez.

Lo nuestro es lo mejor y no hay nada más que hablar. Si a otro le va bien es, sin duda, a causa de la suerte y de la injusticia que rige este mundo. De ser este un mundo normal nosotros viviríamos en un palacio de oro y todos los demás en chabolas aledañas. Y, quizás, un par de veces al día, tiraríamos por la ventana unas raspas de carísimo pescado para que coman nuestros semejantes aquello que se merecen.


En definitiva, somos iguales que tú sólo que nosotros lo decimos. No somos tan osados como para ocultarnos detrás de la falsa humildad. No tenemos tanta cara dura como para ir de buenos cuando somos alimañas. Eso está reservado para ti, que además de una alimaña eres una serpiente.

¿Para qué tanta obra de teatro? Si el guión lo repartían a la entrada. Todos sabemos cómo va a terminar esto. Sin embargo, tú te empeñas en seguir fingiendo que eres lo que no eres ni en broma y yo, que estoy cansadísimo, pero cansadísimo, tengo que hacer como que no me doy cuenta de tus pamplinerías. Esa máscara que llevas me está empezando a resultar irritante. No te la arranco de un zarpazo porque me da más sádico placer ver cómo se descompone poco a poco sobre tu rostro.


Vamos, que a lo que voy: que no toques mis discos. Que eres demasiado poco para ellos. Que no los toques. Que no los toques te digo.