viernes, 21 de octubre de 2016

Humbert Humbert Short Panic


Este disco es de cuando Madrid volvía a molar, en la década de los 00, después de que Barcelona hubiese molado los 90. Ya os vale, catalanes. Dejad un poco para nosotros, si veis que tal.


Este grupo que estaba integrado por dos tíos, uno de ellos dibujante de cómics. No me gusta mucho la música que hacen pero por aquella época picoteaba un poco de todo lo que salía, para aprender.

Madrid moló mucho por aquella época. Estábamos molando que lo flipas todos, ahí, todos tranquilos, cuando de repente llegó una ola de detritus que se llamaba la Crisis y lo mandó todo a freír espárragos. Todos quedamos desperdigados y fuimos náufragos agarrados a la primera tabla que encontramos.


Supongo que le pasó lo mismo a todo el mundo, o le está empezando a pasar, porque aquí putas somos todos y todos hemos de pasar nuestro vía crucis. Aquí nadie se va a quedar sin probar la mierda, esa sustancia tan deliciosa. Pero para la gente molante es una putada así más gansa, porque a nosotros eso de la supervivencia se nos hace tedioso.

La gente molante necesitamos entornos tranquilos. Necesitamos paz para molar. En el reposo nuestras baterías molónicas, potentísimas, se recargan y nos permiten seguir molando a saco al día siguiente, porque eso es lo único que nos importa. Molar.


En el bosque poco descansas. En el bosque tu energía molónica se convierte en ingenio y lo usas para fabricar herramientas. Tus pajas mentales albergadas por la civilización quedan reemplazadas por otras pajas muy distintas, que suelen cristalizar en ponerle cara y nombre a un balón de voleibol y hablar con él, para no volvernos locos.

Lo más importante cuando estás solo es no volverte loco. El aislamiento pone a prueba tu resistencia mental, y ese es un éxito del que estoy muy orgulloso. No haberme vuelto loco.


No volverse loco es una cosa muy divertida. Tienes que inventar juegos increíbles que te hagan caminar en línea medio recta. Tus sentimientos están hechos arcilla y no te sostienes en pie. Sin embargo hay que seguir avanzando, porque ya no eres un niño. Tienes que seguir inventando juegos mentales que te hagan ver la luz. Tienes que inventar una arquitectura mental que te obligue a mirar hacia la luz. Si no está todo perdido.

Al tener yo formación de creativo, me resultó más fácil que al pobre Tom Hanks, que era un currito de FedEx obsesionado con cumplir la agenda. Ese podre diablo las tuvo que pasar putas en la isla desierta, porque no estaba preparado para la soledad. Ya ves, inventarse un amigo imaginario tan burdo como Wilson. A Tom yo le tendría que dar un par de clases sobre cómo se fabrica un buen amigo imaginario.


Si a mi me gusta algo es entrenar mi cerebro, por eso no voy al gimnasio. Ir al gimnasio me parece una pérdida de tiempo, porque los músculos de mi cuerpo me la traen floja. Mis músculos son como un Fiat Tipo, un coche familiar deportivo suficientemente bonito y suficientemente barato. No necesito más.

Pero mi cerebro ¡ah, mi cerebro! Mi polla está hecha de células grises. Yo te follo sin tocarte, por telequinesis. Yo hago que se te pongan los ojos en blanco, zorra, sólo con la fuerza de mi mirada. Así tengo el coco de entrenado. Ni una puta broma conmigo.


Así que ahora soy un titán. Ya ves. Tú vas al gimnasio para que se vea que eres fuerte, no para serlo. Si quisieses ser verdaderamente fuerte irías a una isla desierta, como Tom y como yo, a poner a prueba tu verdadera fuerza, la interior. Los musculitos son para niños. La resistencia mental es el juego que practicamos los machos.

Mi falo ahora es de titanio. De adamantium. A mi me sale un falo de adamantium de entre las piernas, no uñas de niña, como le pasa a Lobezno. Quizás sea demasiado fuerte para ti, nena.


Te lo advierto.