miércoles, 19 de octubre de 2016

Uvas


Las uvas son una cosa muy buena. Las uvas sirven para sentirte el César de Roma y que todo el mundo está a tus pies. Si te las tomas ya tumbado magnificarás esta sensación.


El César de Roma tenía vestales, que eran chicas muy putitas que satisfacían sus apetitos. A mi eso me falta, las vestales, y no conozco nada que te dé la misma sensación que ellas.

Las chicas son tontas. Las chicas desprecian de sí mismas lo que los chicos más apreciamos, que sean putitas. Se creen que es algo sucio e intentan darlo de lado para destacar otros aspectos de sí mismas que importan tres cominos.


Ahora a las chicas les ha dado por aparentar que son inteligentes. Ya ves, son más tontas que una piedra pero ahora a ellas les ha dado por destacar que, quizás, sean inteligentes. A nosotros nos da igual pero las dejamos, porque nos parecen encantadoras. Son como un mono con patines, como decía El Dictador: no les sirven para nada pero resultan adorables.

A las chicas, hace años, se las trató muy mal. Como los hombres éramos así más bestias sólo nos importaba lo putitas que fueran las cogíamos y nos las follábamos sin preguntar. No entendíamos qué era eso del respeto porque no veíamos aquello que había que respetar. No, en serio. Ni puta idea.


Entonces las chicas, hartas, pillaron un rebote de cojones y se inventaron el feminismo. La cosa se les fue de las manos y quedaron atrapadas dentro de su propia armadura. Sí, habían conseguido que los hombres terminásemos acojonados. Habían dado con la manera de meternos miedo y ya ni se nos ocurría acercar nuestro rabo feliz a su coño mojado sin pedir permiso. Nos quedó clarinete. No os preocupéis.

Sin embargo, no cayeron en la cuenta de que, aunque pedían un poco más de respeto, habían creado una bestia que nos alejaba de ellas, aunque tuviéramos por ellas el más hondo de los respetos. Así que hombres bestias y hombres normales quedamos alejados de ellas, ya que se nos trataba a todos con el mismo rasero. ¿Tú quieres follar? Entonces eres un hombre-bestia. Ni te acerques o saco las tijeras y te dejo eunuco perdido, maricón.


Nosotros, que insistimos mientras no gaste mucha energía, porque somos vagos cual león, pasamos del tema y buscamos otras formas de satisfacer nuestros inocentes impulsos sexuales, así que nos hicimos maricones u otro tipo de aberraciones. ¿Que la tronca no quiere? Bueno, tío, pues habrá que apañárselas. Hoy pon el culo tú. Mañana lo pongo yo.

Así que, después de todo, salimos del paso. Ellas se hicieron lesbianas, porque sus amigas eran sensibles como ellas y las entendían, pero no tenían rabo. Sí, hay pollas de plástico, pero una polla que no es de carne palpitante no es lo mismo. Así que mi amiguita me trata así como bien pero no me da mandanga. Vaya putada. Mi gozo en un pozo. En el de la gorda rapada esta.


Total, que acabamos todos maricones y bolleras, con la movida. Al principio bien y tal pero todos acabamos hartos. Meterle el rabo a un tío peludo y sacarlo lleno de mierda apestosa no es lo mismo que metérselo a una chica, que aunque lo saques manchado de mierda igual como es mierda de una chica muy guapa da lo mismo. La mierda, si es de chica guapa, huele a flores. Lo sabe todo el mundo.

Y ellas, pues fíjate, tirando de pollas de plástico y aguantando a otra persona igual de loca que ellas. Las tías no saben decir “se acabó la discusión y punto”, siguen discutiendo ad eternum porque no tienen la capacidad masculina de decir aquí mando yo y se acabó la tontería. Así que haciéndose las bolleras acabaron más locas todavía de lo que acabaron con los hombres-bestia.


Como ya la mayoría de los tíos respetamos a las tías sin que tengan que amenazarnos con cortarnos el pene, el rollo feminista se nos hace un poco tedioso. Que sí, que ya te he comprado todo lo que me quieres vender. Que te respeto mazo. A mi no me tienes que convencer, ya vengo convencido de casa.

Sin embargo ellas, al llevar tanto tiempo escondidas detrás de la máscara del feminismo, se han olvidado de como se folla. Y por no confesarlo siguen ahí escondidas, amenazándonos con un cuchillo rebana-pollas que ya hasta nos da la risa. ¡Anda, putita! ¡Baja las armas! ¡Que no te voy a hacer nada!


Así que nada, espero que, mientras siguen blandiendo ese raquítico cuchillo, estén por otro lado recordando cómo se folla. Porque, chico, yo ya estoy cansado de meter el pene en culos de troncos asquerosos y tengo ganas de un coño como Dios manda. Pero claro, si estas andan con sus rollos de que me da vergüenza, de que ahora qué vas a pensar de mi, de que la que te he liado por una tontería, de que ahora no voy a estar a tu altura, pues chico, se me va a caer el pito a trozos, de tanto esperar.

La que han liado los hombres-bestia. La que han liado.