Las uvas son una cosa muy buena. Las
uvas sirven para sentirte el César de Roma y que todo el mundo está
a tus pies. Si te las tomas ya tumbado magnificarás esta sensación.
El César de Roma tenía vestales, que
eran chicas muy putitas que satisfacían sus apetitos. A mi eso me
falta, las vestales, y no conozco nada que te dé la misma sensación
que ellas.
Las chicas son tontas. Las chicas
desprecian de sí mismas lo que los chicos más apreciamos, que sean
putitas. Se creen que es algo sucio e intentan darlo de lado para
destacar otros aspectos de sí mismas que importan tres cominos.
Ahora a las chicas les ha dado por
aparentar que son inteligentes. Ya ves, son más tontas que una
piedra pero ahora a ellas les ha dado por destacar que, quizás, sean
inteligentes. A nosotros nos da igual pero las dejamos, porque nos
parecen encantadoras. Son como un mono con patines, como decía El
Dictador: no les sirven para nada pero resultan adorables.
A las chicas, hace años, se las trató
muy mal. Como los hombres éramos así más bestias sólo nos
importaba lo putitas que fueran las cogíamos y nos las follábamos
sin preguntar. No entendíamos qué era eso del respeto porque no
veíamos aquello que había que respetar. No, en serio. Ni puta idea.
Entonces las chicas, hartas, pillaron
un rebote de cojones y se inventaron el feminismo. La cosa se les fue
de las manos y quedaron atrapadas dentro de su propia armadura. Sí,
habían conseguido que los hombres terminásemos acojonados. Habían
dado con la manera de meternos miedo y ya ni se nos ocurría acercar
nuestro rabo feliz a su coño mojado sin pedir permiso. Nos quedó
clarinete. No os preocupéis.
Sin embargo, no cayeron en la cuenta de
que, aunque pedían un poco más de respeto, habían creado una
bestia que nos alejaba de ellas, aunque tuviéramos por ellas el más
hondo de los respetos. Así que hombres bestias y hombres normales
quedamos alejados de ellas, ya que se nos trataba a todos con el
mismo rasero. ¿Tú quieres follar? Entonces eres un hombre-bestia.
Ni te acerques o saco las tijeras y te dejo eunuco perdido, maricón.
Nosotros, que insistimos mientras no
gaste mucha energía, porque somos vagos cual león, pasamos del tema
y buscamos otras formas de satisfacer nuestros inocentes impulsos
sexuales, así que nos hicimos maricones u otro tipo de aberraciones.
¿Que la tronca no quiere? Bueno, tío, pues habrá que apañárselas.
Hoy pon el culo tú. Mañana lo pongo yo.
Así que, después de todo, salimos del
paso. Ellas se hicieron lesbianas, porque sus amigas eran sensibles
como ellas y las entendían, pero no tenían rabo. Sí, hay pollas de
plástico, pero una polla que no es de carne palpitante no es lo
mismo. Así que mi amiguita me trata así como bien pero no me da
mandanga. Vaya putada. Mi gozo en un pozo. En el de la gorda rapada
esta.
Total, que acabamos todos maricones y
bolleras, con la movida. Al principio bien y tal pero todos acabamos
hartos. Meterle el rabo a un tío peludo y sacarlo lleno de mierda
apestosa no es lo mismo que metérselo a una chica, que aunque lo
saques manchado de mierda igual como es mierda de una chica muy guapa
da lo mismo. La mierda, si es de chica guapa, huele a flores. Lo sabe
todo el mundo.
Y ellas, pues fíjate, tirando de
pollas de plástico y aguantando a otra persona igual de loca que
ellas. Las tías no saben decir “se acabó la discusión y punto”,
siguen discutiendo ad eternum porque no tienen la capacidad masculina
de decir aquí mando yo y se acabó la tontería. Así que haciéndose
las bolleras acabaron más locas todavía de lo que acabaron con los
hombres-bestia.
Como ya la mayoría de los tíos
respetamos a las tías sin que tengan que amenazarnos con cortarnos
el pene, el rollo feminista se nos hace un poco tedioso. Que sí, que
ya te he comprado todo lo que me quieres vender. Que te respeto mazo.
A mi no me tienes que convencer, ya vengo convencido de casa.
Sin embargo ellas, al llevar tanto
tiempo escondidas detrás de la máscara del feminismo, se han
olvidado de como se folla. Y por no confesarlo siguen ahí
escondidas, amenazándonos con un cuchillo rebana-pollas que ya hasta
nos da la risa. ¡Anda, putita! ¡Baja las armas! ¡Que no te voy a
hacer nada!
Así que nada, espero que, mientras
siguen blandiendo ese raquítico cuchillo, estén por otro lado
recordando cómo se folla. Porque, chico, yo ya estoy cansado de
meter el pene en culos de troncos asquerosos y tengo ganas de un coño
como Dios manda. Pero claro, si estas andan con sus rollos de que me
da vergüenza, de que ahora qué vas a pensar de mi, de que la que te
he liado por una tontería, de que ahora no voy a estar a tu altura,
pues chico, se me va a caer el pito a trozos, de tanto esperar.
La que han liado los hombres-bestia. La
que han liado.