Este es uno de esos grupos pesadísimos,
como un perro lamiéndote la cara. Stay away from this shit.
Este disco te lo compras porque lo
recomiendan en Mondosonoro y esos sitios. Es como el Super Star Wars
de Super Nintendo, que te lo compras porque lo ponen bien en la Hobby
Consolas, pero luego lo juegas tú y no te parece para tanto. Como
tienes el carácter humilde te piensas que el que debe estar mal
debes ser tú, y no el juego, pero con el paso de los años ves
reviewers americanos que piensan lo mismo que tú y de repente te
hinchas de poder.
¡Diablos! ¡Esto siempre fue una
mierda y yo me retorcía para encajar en esta shit! ¿Pero qué
coño...? ¡Y todo porque ellos no se atrevían a confesar que los
que eran una mierda eran ellos! ¡Nos tenían engañados a todos!
“Soy una mierda”. ¡Mira qué fácil
es! Las personas grandes no tenemos problemas con decir eso. Pues,
chico, si resulta que soy una mierda lo seré, no sé. Tampoco voy a
hacer un drama con eso. “Soy una mierda”. Si es que hasta sabe
bien. “Soy una mierda”. “Soy una mierda”. ¿Dónde está el
problema?
El problema es que cuando eres una
mierda lo sabes y te jode. Yo, francamente, tampoco es que me
considere una mierda, de corazón te lo digo, así que si me toca
cargar con el San Benito de que lo soy tampoco pasa nada. Bueno, pues
si lo tengo que decir lo digo. Es como si Hulk Hogan tiene que decir
que es un alfeñique. Pues no creo que el hulkster tenga problemas
con eso. Lo dice, mete pecho, y todos tan contentos.
Pero cuando eres una mierda te pasas la
vida escondiéndote de ello. Sabes que esa característica te
adjudica un puesto en la sociedad que nadie quiere. Así que te vas a
revolver con todas tus fuerzas para no acabar en él. Es tu destino,
nada puedes hacer, pero te resistes. Las personas somos así.
Queremos jugar todo lo que podamos antes de hacer lo que tenemos que
hacer.
Yo, por el contrario, tengo un puesto
más alto, del que he estado huyendo toda mi vida. Ya ves, en el
fondo soy igual que tú, yo tampoco quiero mi puesto. Tú te quejas
de que el tuyo es muy mediocre, que nadie reparará en ti si lo
aceptas. Yo, por contra, te envidio, porque a mi me gusta una vida
tranquila y lo que no quiero encima de mi son focos. Yo huyo de la
responsabilidad y tú de la mediocridad. Por eso hemos intercambiado
nuestros destinos durante un tiempo, porque ninguno queríamos el
nuestro.
Pero claro, es que lo tuyo es una farsa
que... ¡Que clama al cielo! Vale, vale, lo mío también, lo admito.
Yo soy el campeón de la falsa modestia. Yo voy de que nada cuando
caray. Yo de repente finjo que soy un megalómano para después
fingir que soy un insecto. Ambos polos son mentira, mentiras que uso
para no aceptar la realidad.
Pero, ey, ninguno de los dos estábamos
preparados para ser lo que somos. Así que a ti se te ha dejado
fingir que eres alguien y a mi se me ha dejado fingir que no soy
nadie. Los dos estamos contentos, ¿no? Tú ya has probado qué es
eso de la fama. ¿De verdad te gusta? A mi no me gusta nada. Todo el
mundo mirando para ti, buf, es un coñazo, de verdad. Parece que de
un pestañeo tuyo depende el orden universal. ¿Entiendes por qué
huyo de ella? Porque me gusta estar tranquilo. Y tú, ya ves, darías
todo lo que tienes por ser como yo. Somos iguales, en realidad.