martes, 25 de octubre de 2016

Cecilia Ann Si yo te contara


Este es uno de esos grupos pesadísimos, como un perro lamiéndote la cara. Stay away from this shit.


Este disco te lo compras porque lo recomiendan en Mondosonoro y esos sitios. Es como el Super Star Wars de Super Nintendo, que te lo compras porque lo ponen bien en la Hobby Consolas, pero luego lo juegas tú y no te parece para tanto. Como tienes el carácter humilde te piensas que el que debe estar mal debes ser tú, y no el juego, pero con el paso de los años ves reviewers americanos que piensan lo mismo que tú y de repente te hinchas de poder.

¡Diablos! ¡Esto siempre fue una mierda y yo me retorcía para encajar en esta shit! ¿Pero qué coño...? ¡Y todo porque ellos no se atrevían a confesar que los que eran una mierda eran ellos! ¡Nos tenían engañados a todos!


“Soy una mierda”. ¡Mira qué fácil es! Las personas grandes no tenemos problemas con decir eso. Pues, chico, si resulta que soy una mierda lo seré, no sé. Tampoco voy a hacer un drama con eso. “Soy una mierda”. Si es que hasta sabe bien. “Soy una mierda”. “Soy una mierda”. ¿Dónde está el problema?

El problema es que cuando eres una mierda lo sabes y te jode. Yo, francamente, tampoco es que me considere una mierda, de corazón te lo digo, así que si me toca cargar con el San Benito de que lo soy tampoco pasa nada. Bueno, pues si lo tengo que decir lo digo. Es como si Hulk Hogan tiene que decir que es un alfeñique. Pues no creo que el hulkster tenga problemas con eso. Lo dice, mete pecho, y todos tan contentos.


Pero cuando eres una mierda te pasas la vida escondiéndote de ello. Sabes que esa característica te adjudica un puesto en la sociedad que nadie quiere. Así que te vas a revolver con todas tus fuerzas para no acabar en él. Es tu destino, nada puedes hacer, pero te resistes. Las personas somos así. Queremos jugar todo lo que podamos antes de hacer lo que tenemos que hacer.

Yo, por el contrario, tengo un puesto más alto, del que he estado huyendo toda mi vida. Ya ves, en el fondo soy igual que tú, yo tampoco quiero mi puesto. Tú te quejas de que el tuyo es muy mediocre, que nadie reparará en ti si lo aceptas. Yo, por contra, te envidio, porque a mi me gusta una vida tranquila y lo que no quiero encima de mi son focos. Yo huyo de la responsabilidad y tú de la mediocridad. Por eso hemos intercambiado nuestros destinos durante un tiempo, porque ninguno queríamos el nuestro.


Pero claro, es que lo tuyo es una farsa que... ¡Que clama al cielo! Vale, vale, lo mío también, lo admito. Yo soy el campeón de la falsa modestia. Yo voy de que nada cuando caray. Yo de repente finjo que soy un megalómano para después fingir que soy un insecto. Ambos polos son mentira, mentiras que uso para no aceptar la realidad.

Pero, ey, ninguno de los dos estábamos preparados para ser lo que somos. Así que a ti se te ha dejado fingir que eres alguien y a mi se me ha dejado fingir que no soy nadie. Los dos estamos contentos, ¿no? Tú ya has probado qué es eso de la fama. ¿De verdad te gusta? A mi no me gusta nada. Todo el mundo mirando para ti, buf, es un coñazo, de verdad. Parece que de un pestañeo tuyo depende el orden universal. ¿Entiendes por qué huyo de ella? Porque me gusta estar tranquilo. Y tú, ya ves, darías todo lo que tienes por ser como yo. Somos iguales, en realidad.