miércoles, 19 de octubre de 2016

Catecismo de la Iglesia Católica


Sois unos descreídos. Así os va. Que vais por la vida creyéndoos muy importantes y polvo sois y en polvo os convertiréis.


Este catecismo pertenecía a mi tía Angustias. Murió hace unos meses y este fin de semana hemos ido a repartirnos el botín de su herencia. Estuvimos encantados, como alimañas apurando cada fibra de carne putrefacta del cadáver.

A mi su máquina de coser Singer, que seguramente sea muy valiosa, me la trae bastante al pairo. Yo prefiero recuerdos de ella que tengan significado para mi. Así que yo opté por pedirme los juguetes de cuando yo era pequeño e iba con mis amigos a su casa a jugar. Ahora, sin pensar mucho, se me viene a la cabeza Ratonera de MB y un cubo de Rubik irregular. Por allí estarán, en el desván, a buen recaudo.


Este catecismo resulta que estaba en un armario envuelto en papel de regalo. Mis familiares, que no respetan nada, se apuraron a abrir el puto regalo, sin respeto alguno, y resulta que dentro estaba este Catecismo de la Santa Madre Iglesia.

Interpreto que lo que yo entiendo una falta de respeto Dios lo interpreta como parte de su juego del destino. Sabe que mis familiares son como son y van a abrir los regalos que ella tuviera en el armario. Además, porque Dios todo lo sabe, sabía que yo estaría presente en el momento de la herejía. Así que me temo que este libro estaba destinado a que yo lo tuviera.


Como mi familia son una horda de rojos cuando ven un catecismo se les ponen los pelos como escarpias. Y yo, que soy más rojo que cualquiera de ellos, sé que Cristo es el rojo más rojo que se ha paseado por la Tierra. Pablo Iglesias al lado de Jesús es un terrateniente. Por eso atesoro cada cosa que huela a cristianismo, porque es de un rojerío más duro que El Capital de Marx.

Yo soy rojo-rojo. Soy tan rojo que amo a Dios. Fíjate a qué nivel de rojerío llega el que suscribe.


Como a mi no me interesa la puta máquina de coser Singer y sólo quería algún recuerdo de ella que tuviera un significado especial, me apuré a pedirme este libro. Primero porque me gusta, y segundo porque los rojos de chichinabo de mis familiares iban a despreciarlo. Yo siempre cojo las sobras, porque en las sobras es dónde está el oro. Sólo hay que saber verlo. Afortunadamente, Dios me dio visión de Rayos X, como a Superman.

Mi abuela Esperanza también murió hace unos meses más. En esos meses en mi familia murió hasta el apuntador. Vaya tela.


El caso es que los últimos años que mi abuela Esperanza estuvo viva yo me apuré a estar tiempo con ella. Le di una alegría muy grande: yo siempre había pasado de temas religiosos y eso a mi abuela le jodía. Pero desde que alcancé la iluminación, pues oye, como que aunque sólo sea por quedar bien con el de arriba, me interesé por esos asuntos.

¡Qué alegría se llevó mi abuela cuando le pedí que me llevara a la Iglesia! ¡Qué contenta iba ella con su nieto, el hijo de su hijo Gaspar, también finado, a presumir delante de las otras viejas los domingos! Le di la alegría de su vida.


Tan contenta estaba que un día entró por la puerta. Venía sonriendo, como unas castañuelas. “¡Abuela! ¿Qué pasa?” Pues pasaba que debajo de su brazo llevaba un tomo de la Biblia enorme. Inmenso. Uno de esos libros que se ponen en los atriles, porque no hay Dios que pueda con ellos para leerlos en la cama. Había ido a la Iglesia del pueblo y le había pedido al cura un tomo de la Santa Biblia para regalárselo a su nieto. Y allí me lo traía, malamente, porque el puto libro pesa un quintal.

Así que, después de aquello, entiendo que si mi abuela Esperanza me legó la Biblia, es de Ley que mi tía Angustias me legue un Catecismo. Porque me da la sensación que eso encaja en el puzzle que Dios tiene preparado para mi.


Espero que no me haga la putada y me reserve un final trágico. Me jodería un huevo, en serio. Tendríamos unas palabritas Él y yo cuando llegue yo ahí arriba…