viernes, 28 de octubre de 2016

Revólver Básico


Básico, efectivamente. Eso es lo que siempre me pareció Carlos Goñi. Pero con los años he aprendido a apreciar su buqué. Con el vino todavía no me ha pasado.


Mira, yo prefiero el Monster al albariño. Lo siento mucho. Ya, ya sé que si voy a una reunión de hipsters voy a hacer el ridículo diciendo estas cosas, pero lo que es cierto también es que ellos lo hacen todo el rato ante mi el resto del tiempo. Es una cuestión de calidad, yo la tengo y ellos no.

El hipster se define como un chico al que le gustaría ser un creador pero sólo es un imitador. Yo no tengo ningún problema con esto, la gente me parece perfecta tal como es. Con lo que ya tengo más problema es con que la gente quiera aparentar que es lo que no. Eso ya me pone más nervioso.


Naturalmente no es un problema práctico, porque el que es un farsante lo es y, haga lo que haga, acabará expuesto. No es esa la cuestión. Es una cosa de piel. La farsa emite unas vibraciones irritantes. Eso es todo. Con los hipsters tengo el mismo problema que con los claxons, las taladradoras o los que practican canto en casa con las ventanas abiertas, como mi exvecina, la vedette transformista Psicosis Gonzáles. Es simplemente que me irrita. Es molesto.

¿Por qué la gente elige intentar ser lo que no es? ¿No es evidente que ese camino llevará al origen, a lo que eres tú en realidad? ¿Por qué perder tanto tiempo en una jornada yerma? ¿Por qué si tienes limones no hacer limonada, que a la gente le gusta, más o menos, en vez de pretender hacer, por todos los medios, Coca-Cola? Con limones no se hace la Coca-Cola, por mucho que te empeñes. De verdad. Estás condenado al fracaso.


Recuerdo a mis compañeros de colegio hipsters. No, no es un invento de ahora. Hipster se nace. Lógicamente de aquella no existía todavía el uniforme, sólo su alma. Eran los chicos que querían dibujar igual que yo pero no les salía. A mi no me costaba ningún esfuerzo, me salía porque estoy genéticamente diseñado para eso, nada más. Me enorgullece pero no de forma vana, sino porque estoy agradecido a Dios por darme estos talentos. Naturalmente, pasé muchos años cabreado con Dios porque no me diese otros, como ser un goleador, un ligón con descapotable o un capitán militar.

Estoy pensando que quizás yo sea culpable del mismo pecado de los hipsters, si es que a algo tan inocente se le puede llamar pecado. Yo simplemente quería encajar. Y como lo que se llevaba era ser un ligón de discoteca yo estaba cabreado porque no lo era. Supongo que a los hipsters les pasa lo mismo. Ahora está de moda ser muy creativo, tener muchas ideas, esas cosas. Yo tengo la suerte de que la vida me reservaba esta sorpresa, estar finalmente de moda, y ahora no tengo que hacer ningún esfuerzo para estar en la cresta de la ola, me basta con ser como soy. Pero claro, a los hipsters también les gustaría y por eso me imitan. Nada más.


¡Pero me resulta molesto igualmente! Me molestaba mi primo Alejandro de pequeños cuando se compraba el mismo helado que yo. Me molestaba Iván (que este no era hipster, era un dibujante talentoso de verdad) cuando dibujaba lo mismo que yo. ¡Que no te copies! Esa frase fue muy mía durante unos años. ¡Que no te copies!

Supongo que debería sentirme halagado. Quizás soy muy vanidoso, no sé. Quizás sea inmaduro y lo que hoy es una irritación mañana será un honor. Porque que te copien es todo un halago, un halago un poco grueso, sin pulir, pero halago al fin y al cabo. Quién sabe. Quizás el que tenga el problema sea yo, al final.