Básico, efectivamente. Eso es lo que
siempre me pareció Carlos Goñi. Pero con los años he aprendido a
apreciar su buqué. Con el vino todavía no me ha pasado.
Mira, yo prefiero el Monster al
albariño. Lo siento mucho. Ya, ya sé que si voy a una reunión de
hipsters voy a hacer el ridículo diciendo estas cosas, pero lo que
es cierto también es que ellos lo hacen todo el rato ante mi el
resto del tiempo. Es una cuestión de calidad, yo la tengo y ellos
no.
El hipster se define como un chico al
que le gustaría ser un creador pero sólo es un imitador. Yo no
tengo ningún problema con esto, la gente me parece perfecta tal como
es. Con lo que ya tengo más problema es con que la gente quiera
aparentar que es lo que no. Eso ya me pone más nervioso.
Naturalmente no es un problema
práctico, porque el que es un farsante lo es y, haga lo que haga,
acabará expuesto. No es esa la cuestión. Es una cosa de piel. La
farsa emite unas vibraciones irritantes. Eso es todo. Con los
hipsters tengo el mismo problema que con los claxons, las
taladradoras o los que practican canto en casa con las ventanas
abiertas, como mi exvecina, la vedette transformista Psicosis
Gonzáles. Es simplemente que me irrita. Es molesto.
¿Por qué la gente elige intentar ser
lo que no es? ¿No es evidente que ese camino llevará al origen, a
lo que eres tú en realidad? ¿Por qué perder tanto tiempo en una
jornada yerma? ¿Por qué si tienes limones no hacer limonada, que a
la gente le gusta, más o menos, en vez de pretender hacer, por todos
los medios, Coca-Cola? Con limones no se hace la Coca-Cola, por mucho
que te empeñes. De verdad. Estás condenado al fracaso.
Recuerdo a mis compañeros de colegio
hipsters. No, no es un invento de ahora. Hipster se nace. Lógicamente
de aquella no existía todavía el uniforme, sólo su alma. Eran los
chicos que querían dibujar igual que yo pero no les salía. A mi no
me costaba ningún esfuerzo, me salía porque estoy genéticamente
diseñado para eso, nada más. Me enorgullece pero no de forma vana,
sino porque estoy agradecido a Dios por darme estos talentos.
Naturalmente, pasé muchos años cabreado con Dios porque no me diese
otros, como ser un goleador, un ligón con descapotable o un capitán
militar.
Estoy pensando que quizás yo sea
culpable del mismo pecado de los hipsters, si es que a algo tan
inocente se le puede llamar pecado. Yo simplemente quería encajar. Y
como lo que se llevaba era ser un ligón de discoteca yo estaba
cabreado porque no lo era. Supongo que a los hipsters les pasa lo
mismo. Ahora está de moda ser muy creativo, tener muchas ideas, esas
cosas. Yo tengo la suerte de que la vida me reservaba esta sorpresa,
estar finalmente de moda, y ahora no tengo que hacer ningún esfuerzo
para estar en la cresta de la ola, me basta con ser como soy. Pero
claro, a los hipsters también les gustaría y por eso me imitan.
Nada más.
¡Pero me resulta molesto igualmente!
Me molestaba mi primo Alejandro de pequeños cuando se compraba el
mismo helado que yo. Me molestaba Iván (que este no era hipster, era
un dibujante talentoso de verdad) cuando dibujaba lo mismo que yo.
¡Que no te copies! Esa frase fue muy mía durante unos años. ¡Que
no te copies!
Supongo que debería sentirme halagado.
Quizás soy muy vanidoso, no sé. Quizás sea inmaduro y lo que hoy
es una irritación mañana será un honor. Porque que te copien es
todo un halago, un halago un poco grueso, sin pulir, pero halago al
fin y al cabo. Quién sabe. Quizás el que tenga el problema sea yo,
al final.