Saint Etienne está bastante bien, pero
también es bastante coñazo. Es una de esas mezclas que ni pa ti ni
pa mi.
Con Saint Etienne te deprimes y te
pones contento a la vez. Es como el algodón de azúcar, que qué
rico pero a la vez vaya bola. No hay quién pueda con ella. ¿Quién
es capaz de comerse un algodón de azúcar entero? Nadie, uno lo
acaba tirando, porque es demasiado.
Sin las pastillas anti depresión la
humanidad no habría podido llegar hasta donde está. Porque de hacer
caso a las emociones que nos lastran no hubiésemos podido avanzar
tanto ni tan rápido. Si pensásemos en todas las barrabasadas que
hacemos y nos han hecho no nos podríamos levantar de la cama. Para
eso, para aliviar nuestras conciencias, inventamos las pastillas anti
depresión.
Con las pastillas anti depresión
hacemos trampas, no pagamos las consecuencias de nuestros actos. Da
igual que tratemos mal a este y nos remuerda la conciencia o que este
nos trate mal a nosotros y nos remuerda el corazón, porque con estas
pastillas las emociones difíciles de lidiar quedan debajo de la
alfombra y podemos seguir viviendo como si fuésemos angelitos del
Señor en su Gracia.
Es cierto que al final, si hacemos
trampas, la movida tiene que acabar petando por algún lado, porque
el pozo negro algún día se llenará y explotaremos. ¿Será delante
de nuestro jefe? Puede, y perderemos el trabajo y todo se irá a
tomar por culo. ¿Petaremos delante de nuestra pareja? Puede, y nos
quedaremos sin pareja, y será reemplazada por la depre. ¿Petaremos
en la autopista? Puede, y nos mataremos con el coche. Al final hay
que pagar, porque la banca siempre gana.
Sea como sea, eso de hacer caso a las
emociones es un coñazo. Las emociones quieren que te quedes en casa
descansando, pero tus amigos quieren que salgas a emborracharte. Y
como quedarse en casa es de perdedores te vas con tus amigos, porque
no quieres que la gente crea que eres un perdedor. No quieres hacerte
cargo de la realidad, porque la realidad está manga por hombro. Por
eso nos hemos esforzado más en inventar pastillas que en ser
honestos con nosotros mismos.
No, hacer una vida honesta no está al
alcance de cualquiera, sólo de los más valientes. ¿Quién tiene
cojones de hacer frente al ridículo social? Nadie, eso pesa más que
mil depresiones. Por eso es mejor hacer trampas y hacer como que todo
está perfectamente bien, aunque no lo está. Todo el mundo hace lo
mismo. Que lo haga yo también no cambiará el cómputo final, que
está en unos números tan rojos como Santiago Carrillo.
Vivir sin pastillas era lo que hacían
nuestros ancestros, por eso se alumbraban con velas y no con leds. Si
no fuera por las pastillas, ¿de dónde sacaríamos el ánimo para
inventar leds? De los cojones. Nadie tendría ánimo para eso. Nos
quedaríamos todos en casa y la economía se desplomaría. Y como es
mejor que nos desplomemos nosotros a la economía, ya que la economía
es más vital que nosotros, pues nos metemos otra pasti y tira
millas.
¡Hombre, estaría bueno! ¡La vida
está para disfrutarla, no para hacer las cosas bien! La gente tiene
unas cosas que yo, de verdad, me muero de risa.