jueves, 20 de octubre de 2016

Icons Collection


Esta es una promoción de Camel, si no recuerdo mal. No me he metido en la página porque hay que registrase y me da superpereza registrarme en webs. Pero me da que es como aquella promo de Fortuna de cuando yo estaba en la universidad, que ibas acumulando puntos por paquetes comprados y luego canjeabas esos puntos por regalos.


El nombre lo dice todo, Icons Collection. Será una colección de iconos, digo yo. Una colección de iconos de la cultura pop, tal vez.

¿Alguna vez has sido un icono? Yo sí, muchas veces. Es algo que me espanta ser. Todo el mundo mira para ti esperando que les des la respuesta cuando la respuesta está dentro de sí mismos. Es un trabajo que no sólo no me gusta, sino que además no lleva a ninguna parte.


Yo no puedo liderar nada. No, no me entiendas mal, no es por falta de capacidad. Es precisamente lo contrario, por exceso. Al tener tanta, tanta, tanta capacidad me doy cuenta que el liderazgo es un error. Nadie puede decirle a la gente “haz esto” o “haz lo otro” porque nadie sabe lo que pasa en la intimidad de esa persona. Quizás sea vago porque tiene un problema. Quizás no pare quieto porque tiene un problema. Quizás sea tan raro porque tiene problemas.

Yo no puedo pasar alegremente por encima de esos problemas para llevar a los demás a un parnaso que se me ha pasado a mi por la cabeza. Tal parnaso no existe. Tal parnaso es justamente donde estamos pero con esos problemas internos resueltos. Así que si yo les llevara a otra parte les estaría tomando el pelo. Y tomar el pelo a la gente a mi es algo que no me va.


El único liderazgo que llama mi atención es el de Dios. No, el de Steve Jobs me parece flojo. No, no, el de Richard Branson tampoco me convence. El de Churchill me parece simpático, pero también le veo peros.

Dios es el líder perfecto. Dios parece que no está. ¿Ves tú a Dios por alguna parte? No, porque es listo. Está en todas partes y en ninguna a la vez. Ese sí es un liderazgo que me llama a mi la atención.


Yo, de liderar algo, lo hago desde las sombras, como los Illuminati. Dejo a la gente hacer, porque ese es el objetivo final del plan. Que la gente sea libre, que sea dueña de su vida. No puedo llevar a la gente a ese destino si no paro de decirle constantemente lo que tiene que hacer. ¡Vaya mierda de pueblo para liderar sería ese! Yo quiero un pueblo que necesite cada vez menos de mi para ser feliz. Así yo podré tirarme a la bartola, objetivo final de mi plan de vida particular.

Por desgracia, Dios reparó en mi y en mis humildes cualidades. ¿Veis? No se puede uno esconder de Dios, maldita sea. Por mucho que finjas que eres un don nadie él sabe que no lo eres. Y allá donde te escondas él te encontrará, para recordarte que tenéis un trato y no se puede romper así como así.


Total, que habrá que hacerse cargo de esta puta gentuza. No los soporto. ¡No los soporto! Son como niños. Siempre tienes que andar enderezándoles. ¡Y encima sin que se den cuenta, como Dios! Dios sabe que sus hijos son orgullosos y no les gusta que les digas que se equivocan. Tienen que darse cuenta ellos solitos. Así que te las tienes que ingeniar para liarles una trama rocambolesca, que les cierre todas sus salidas infantiles, hasta que se den de bruces con ese callejón estrecho que les obligue a madurar.

Ese es el estilo de Dios. Ey, me encanta, no me entiendas mal. Pero me temo que por edad Dios tiene una paciencia que yo todavía no tengo. Me da que tengo que fijarme más en Él todavía, tengo que contagiarme de su infinita paciencia, que es infinita.


Si no fuese por esa paciencia infinita os habría extinguido hace tiempo, cosa que me dan ganas de hacer a mi cada cinco minutos. ¡No sabéis cuánto os odio! ¡Os odio! ¡Sois unos putos inútiles! ¡Estáis cegados como un topo! ¡Y encima no os esforzáis por espabilar! ¡Aaaaaaaaaargggghhhh!

¡La ira me consume!


Pero parece ser que extinguiros a Dios le parece como mal. Que no es plan, dice. Que no sois malos, que sois tontos. Y, como tontos, le parecéis enternecedores.

¡Joder, Padre! ¿Y yo qué?