lunes, 24 de octubre de 2016

La Casa Azul La Revolución Sexual


¡Qué ganas tengo de quitarme estos estrechos pantalones y correr desnudo por el campo! Eso es lo único que tiene sentido, ese, y no otro, es el objetivo del trabajo: poder no hacer nada.


El trabajo sirve para tener una estructura montada en la que poder ser feliz. Trabajar por trabajar es una deficiencia de la mente, que busca en él cosas que le faltan. La mente, bombardeada por mentiras, ya no sabe cuál es el bien y cuál es el mal. El único que le puede dar la respuesta es el corazón, con su intuición infalible. Sin embargo, la mente, que le han dicho que si no sabe resolver todos los problemas del mundo no sirve para nada, se empeña en hacer aquello para lo que no está capacitada.

La mente es orgullosa porque es débil. Alguien fuerte no tiene ningún problema con que le digan que está cometiendo un error, por el contrario lo agradece, porque así podrá hacer lo que está haciendo de una mejor manera.


El mundo en el que vives es como es porque la gente es muy orgullosa. Porque es infantil, en resumidas cuentas. A la gente no le gusta que le digas que está cometiendo errores, se lo tomarán como algo personal. Es el carácter propio de los niños, encantador pero ineficiente. Las estructuras en las que vives son de mala calidad porque a la gente le jode aceptar que comete errores, y a puñados.

Sin embargo tú, que eres superior, que has trascendido el infantilismo, que caminas por encima de todo lo que te rodea, nada puedes hacer. Al ser superior, sabes que a estos no puedes decirles nada. Que es peor el remedio que la enfermedad. Que tienen que caer por ellos mismos en la cuenta, porque necesitan crecer por sus propios medios, como lo hiciste tú en tu día. Tú tampoco te dejabas decir lo que tenías que hacer, ya que lo sabías tú de sobra. A estos les pasa lo mismo.


El buen pastor sabe que él es un pastor y que una oveja es una oveja. Y que la oveja, por mucho que le expliques que ahí no se caga, porque está prohibido, porque es malo para todos, la oveja, por oveja, no lo va a entender. Así que el buen pastor desarrolla herramientas como la vara de pegar, como la verja electrificada o como el perro. Esas herramientas sirven para llevar al ganado por el buen camino, porque su cerebro inferior, insignificante, no es capaz de responder a otros estímulos que no sean los violentos.

La intelectualidad es demasiado para una oveja. Eso lo sabe el buen pastor, por eso es experto en guerra de guerrillas.


Hay que tener compasión de las ovejas, porque, aunque inferiores, sirven para dar lana que nos guarece del frío y carne que nos alimenta para crecer más y mejor. Su inferioridad ha de ser vista como un hecho a resolver, no como un hecho contra el que luchar. Y así, quizás, algún día, una de esas ovejas empiece a caminar sobre las dos piernas y a balbucear alguna que otra palabreja, porque habrá pokevolucionado y se habrá convertido en un ser pensante, como el pastor.

Y el pastor se alegrará mucho porque las noches solitarias son muy largas.