¡Qué ganas tengo de quitarme estos
estrechos pantalones y correr desnudo por el campo! Eso es lo único
que tiene sentido, ese, y no otro, es el objetivo del trabajo: poder
no hacer nada.
El trabajo sirve para tener una
estructura montada en la que poder ser feliz. Trabajar por trabajar
es una deficiencia de la mente, que busca en él cosas que le faltan.
La mente, bombardeada por mentiras, ya no sabe cuál es el bien y
cuál es el mal. El único que le puede dar la respuesta es el
corazón, con su intuición infalible. Sin embargo, la mente, que le
han dicho que si no sabe resolver todos los problemas del mundo no
sirve para nada, se empeña en hacer aquello para lo que no está
capacitada.
La mente es orgullosa porque es débil.
Alguien fuerte no tiene ningún problema con que le digan que está
cometiendo un error, por el contrario lo agradece, porque así podrá
hacer lo que está haciendo de una mejor manera.
El mundo en el que vives es como es
porque la gente es muy orgullosa. Porque es infantil, en resumidas
cuentas. A la gente no le gusta que le digas que está cometiendo
errores, se lo tomarán como algo personal. Es el carácter propio de
los niños, encantador pero ineficiente. Las estructuras en las que
vives son de mala calidad porque a la gente le jode aceptar que
comete errores, y a puñados.
Sin embargo tú, que eres superior, que
has trascendido el infantilismo, que caminas por encima de todo lo
que te rodea, nada puedes hacer. Al ser superior, sabes que a estos
no puedes decirles nada. Que es peor el remedio que la enfermedad.
Que tienen que caer por ellos mismos en la cuenta, porque necesitan
crecer por sus propios medios, como lo hiciste tú en tu día. Tú
tampoco te dejabas decir lo que tenías que hacer, ya que lo sabías
tú de sobra. A estos les pasa lo mismo.
El buen pastor sabe que él es un
pastor y que una oveja es una oveja. Y que la oveja, por mucho que le
expliques que ahí no se caga, porque está prohibido, porque es malo
para todos, la oveja, por oveja, no lo va a entender. Así que el
buen pastor desarrolla herramientas como la vara de pegar, como la
verja electrificada o como el perro. Esas herramientas sirven para
llevar al ganado por el buen camino, porque su cerebro inferior,
insignificante, no es capaz de responder a otros estímulos que no
sean los violentos.
La intelectualidad es demasiado para
una oveja. Eso lo sabe el buen pastor, por eso es experto en guerra
de guerrillas.
Hay que tener compasión de las ovejas,
porque, aunque inferiores, sirven para dar lana que nos guarece del
frío y carne que nos alimenta para crecer más y mejor. Su
inferioridad ha de ser vista como un hecho a resolver, no como un
hecho contra el que luchar. Y así, quizás, algún día, una de esas
ovejas empiece a caminar sobre las dos piernas y a balbucear alguna
que otra palabreja, porque habrá pokevolucionado y se habrá
convertido en un ser pensante, como el pastor.
Y el pastor se alegrará mucho porque
las noches solitarias son muy largas.