Esta puta gata no para quieta. Está
haciendo de unos importantes papeles de herencia su cama, su juguete.
Igual me los descuartiza pero a mi me da igual y la dejo retozar.
Odio los putos papeles. Odio la
burocracia. Odio “llevar las cuentas”. Me parece algo diabólico.
Me lleva por el camino de la amargura. Me parece una retrasadez que
podría solucionarse si no fuésemos tan porculeros.
¿Para qué quiero un papel que diga
que esto o aquello es mío? ¿Pero no lo sabes tú ya? ¿Aún
sabiendo que esto es mío vas a venir, hijo de la grandísima perra,
y me lo vas a robar?
¡Coño, déjame tranquilo! ¿Pero tú
ves qué cristos hay que montar sólo porque de ti uno no puede
fiarse? Una legión de funcionarios que no pueden realizarse
personalmente sólo porque tú no sabes mantener tus manos lejos de
los bienes ajenos.
Sólo porque no puedas resistir la
tentación de tener aún un poquito más tenemos que ponerle
etiquetas a las cosas para que quede claro que esto es mío y no
tuyo. Además, tenemos que pagar un cuerpo de policía, un montón de
chavales que podrían estar tranquilamente crujiéndose a pastillas
en la Skorpia, sólo por si a ti te da el punto de mangarme mis
cosas.
¡Tío, tranquilo! ¡Búscate un curro!
¡No sé! Haz lo que quieras, pero intenta controlarte. Mira lo que
me haces hacer a mi. Tener que tener papelotes de putos rollos de
herencias. ¡Lo odio! ¡Lo odio! Tengo que pagar a una señora para
que me lleve mis asuntos de papeles, que son patéticos.
Tengo que pasar vergüenza cada pocas
semanas teniéndole que decirle a una señora que mi vida es una puta
mierda, que no pillo pasta ni pagando. Que si no le llevo facturas
emitidas no es porque yo sea un jeta que no hace facturas, que ya me
gustaría a mi ser uno de ellos, sino porque nadie da un duro por mi.
¿Tú ves la que me has liado, salado?
Por lo de la vergüenza no te preocupes, sobrellevarla es mi
especialidad, pero, caray, aunque sea hazlo por ti. Por la pobre
señora que tiene que estar llevando papeles. Que podría estar
follando con un negro de dos metros, que le veo en los ojos que es lo
que le gustaría, pero no, como tú no puedes resistir la tentación
de mangarle a la peña sus cosas tiene que estar aguantando mis putos
lloriqueos. Y ella ya está pensando en follarme a mi, porque, total,
tengo rabo y a falta de negro bueno soy yo.
Hombre, di que igual hasta me haces un
favor, porque a mi me gustan las tías así monjiles y esta es monjil
que lo flipas. Me encanta desatarlas de sus cadenas mentales y que
entreguen su flor ardiente a mi rabo azucarado. Como tengo así
cualidades para resolver los problemas internos de la peña me gusta
utilizar esas cualidades para follar.
Yo soy el típico marica que te
entiende. Entiendo lo que te pasa. Entiendo tu dolor, no como todos
esos bárbaros. Ya, ya sé que en cuanto te sientas un poco mejor me
vas a mandar a tomar por culo y te volverás con ellos, ya que la
tienen más larga que yo y al final un buen mango le gusta a
cualquiera. Pero, oye, mientras tanto te la he metido yo y cuando tú
te largues aparecerá otra retrasada de la que me pueda aprovechar,
sacándole partido a eso de que tú seas un mangante y sólo pienses
en tu ombligo y las dejes hechas polvo a todas y cada una.
Afortunadamente, el tiempo juega a mi
favor y las zorras estas se van haciendo viejas. Ya no tienen tanta
energía que desperdiciar. Así que empiezan a pensar que igual es
más práctico venirse conmigo, que aunque la tenga más corta no las
voy a dejar destrozadas cada diez días y eso les va conviniendo, a
las putas.
Así que, oye, estoy pensando que igual
casi mejor dejes las cosas estar. Sigue siendo como eres. Tengo que
andar con putos papelotes, pero si a cambio me llevo un coño limpio
me sale el trato a ganar. Un coño limpio es una cosa muy importante,
porque echar la lefa en un bujero así limpín le hace a uno sentir
muy bien. Es como un coche así bueno. Vas por la vida como más
contento.
Oye, que me conviene tu rollo, que me
conviene.