A este tío dice Rafapal que le
abdujeron los extraterrestres y le dijeron que tenía una misión en
la Tierra o algo así.
A mi Rafapal me cae muy bien. Es un tío
con los cojones no de acero, ni de metal. Son cojones de roca, de
piedra. Sus cojones huelen a geología. El metal, no sé, exige
laboratorio, exige refinamiento, o por lo menos eso me sugiere a mi.
Rafapal lo considero un tío mucho más agreste, sin refinar. Rafapal
es azúcar moreno.
Hay que tener los cojones muy bien
puestos, pero muy bien puestos, para echarse al monte y ponerse a
hablar de extraterrestres como quién habla de Gran Hermano. Si haces
eso te va a caer la del pulpo. Y el tío ahí sigue, o seguirá, que
hace mucho que no visito su página, dando candela que te quedas
torcuato.
Yo soy mucho más flojito. Yo no
aguanto tanto como Rafapal. Yo puedo hablar un rato de
extraterrestres y puedo teorizar, como él, sobre los verdaderos
orígenes de la raza humana. Pero en cuanto me peguen un par de
hostias me voy a callar la boca, porque soy muy delicadín. Mi
familia de parte de mi madre somos muy delicadines y en cuanto nos
dan una hostia nos replegamos, como un caracol se mete en su
caparazón.
Es evidente que la familia de Rafapal
es diferente a la mía. Deben ser una dinastía de guerreros, como
esos personajes de los juegos de rol que no pueden usar magia, sólo
espada. Yo soy de una dinastía de bardos, de trovadores, de
soñadores, y este tipo de gente tenemos que tener cuidado, porque de
una hostia nos sientan.
Yo tengo una mezcla sanguínea curiosa.
Por parte de mi padre son mineros. Por parte de mi madre plumas de
ave del paraíso. Si mezclas eso salgo yo, un minero maricón. Y los
mineros maricones acabamos siendo dueños de una tienda de joyas,
donde vendemos las piedras preciosas que los amigos que hicimos en la
mina nos traen y nosotros refinamos con nuestras cualidades gays.
Por otro lado, podemos ir con mineros y
con gays. Somos una rara avis. Podemos ser el link de dos mundos
opuestos. Si un minero me dice “¿Qué?” yo le puedo responder
“¿Qué de qué?”, y de repente hacernos super amigos, porque nos
hemos dado cuenta de que ambos somos dos machos camachos que sabemos
de qué va la movida.
Y si me cruzo con un gay le puedo decir
que, oye, esa chaqueta es lo último. ¿Dónde te has hecho con esa
chaqueta? Te queda perfecta. Bueno, es que tú también te cuidas,
hay que ver qué talle tan delicado te ha quedado con la dieta.
Y nada, eso soy yo. Un minero maricón.
Hay que ver qué vueltas da la vida para volver al origen que lo
inició todo. Cuando los mineros y los gays decidieron que era cosa
buena acostarse juntos.