El Hernán este tenía que saber de qué
va la movida. Todas putas, efectivamente. Así son. Todas putas. ¿No?
¿Me lo vais a negar?
¡Todas putas! Ya te lo digo yo. La que
no te la lía por un lado te lo lía por otro. ¿Y este es el puto
sexo débil? ¿Estas son las delicadas criaturas que hay que
respetar? ¡Cristo bendito! Quizás sean pequeñitas pero tienen un
veneno que lo flipas, como los escorpiones. Y a los escorpiones se
les pisa, si llevas bota alta de piel. ¿O no es así?
Sexo débil. Sexo pollas. ¿Sexo débil?
Sexo pollas. Los Illuminati son un corro de cuñados comparados con
las mujeres. La trama rocambolesca que tienen montada donde no hay
luz es exagerada. Es una ciudad subterránea completamente funcional.
El mundo de las mujeres es sin duda un lugar maravilloso excavado en
la roca llamado Fraggle Rock.
En ese punto ciego, en ese punto que
hay entre el retrovisor interior y el de la puerta, está el mundo de
las mujeres. Es un mundo de fantasía, donde se vuela por los aires y
los paquetes de Amazon no los reparten drones, sino hombres de 1,85
con una sonrisa deslumbrante. De las fuentes brotan fuegos
artificiales y no hay alcantarillas, sino ríos subterráneos de
leche de almendras.
En el mundo de las mujeres no hay nada
malo. Está prohibido. Por eso en ese mundo no entra cualquiera. Hay
miles, millones de trampas en el empinado sendero que conduce hasta
él. El sistema de seguridad del mundo de las mujeres lo diseñó
Willy El Tuerto. ¿Qué es esto, un lindo gatito? ¡Voy a
acariciarlo! ¡Error! ¡Era otra de las trampas de Willy, y el lindo
gatito resultó ser un tigre de Bengala que ahora, mientras escribo
esto, me está devorando las arterias que tengo en el cuello! Me está
matando.
Tú, que eres un cuñado, olvídate de
entrar ahí. No estás preparado pero ni de coña. ¡Pero ni de coña!
Vas a acabar muerto a las primeras de cambio, como Chester Copperpot.
Muerto, vas a acabar muerto. ¡Muerto! ¡Muerto! Ensartado por uno de
los miles de cuchillos que te lanzan para que no perturbes su
bucólico mundo. ¡Que no se puede entrar! ¡Que está prohibido! ¡No
seas osado! ¡Que lo que estás siendo es un ingenuo, gilipollas!
Yo una vez me disfracé de paladín y
conseguí entrar. Anduve un rato por allí, por las calles de oro que
tienen ahí montadas. Angelitas deliciosas te besan las mejillas sólo
porque sí, porque a ellas les gusta vivir así, y por eso han
montado ese sistema en su ciudad. La gente es cortés y te deja
pasar, los pasos de cebra no existen porque si alguien pasa el coche
frena. ¡Sin que les obliguen! Es algo asombroso. Tecnología
alienígena.
Si quieres entrar en el mundo de las
mujeres tienes que ser un guapo ninja. Tienes que ser capaz de
esquivar miles de shurikens lanzados a la vez, y encima mantener la
sonrisa Profidén. Tienes que seducirlas mientras con una katana
amenazan tu pescuezo. Es algo imposible. Sólo para gente muy, muy,
muy entrenada. ¡Ríndete ahora que todavía conservas el hálito
vital!
Ahora, si consigues atravesar esa
barrera infranqueable, me temo que de ahí no te vas a ir. Que tú
ahí te quedas. ¿Quién se resiste a un mundo de vestales que te dan
uvas sólo porque les pareces muy mono? Y la casa te la regalan, sin
hipotecas y sin hostias. El que entre ahí, de verdad, tendrá mis
respetos.