jueves, 22 de diciembre de 2016

Los goces de la pareja Régine Dumay

Cristo bendito. ¿Pero se puede saber qué libros compra mi madre? Esto es... ¡Vergonzoso!


¡Y en la portada salen dos gatitos “como jugando”! ¡Pero bueno! Los tiempos de la Doctora Ochoa eran tan infantiles que, no sé. Es para echarse a reír.

Supongo que lo compraría por aquella época, ya sabéis, cuando en El País regalaron el coleccionable El libro de la sexualidad.


Yo por aquel entonces empezaba a ser un hombrecito y mis partes pudendas me despertaban curiosidad. Pero como no había Internet tenía que recurrir a estos horrores.

Ahora si te pica la colita te metes en Internet y descubres todo lo que tengas que descubrir en apenas un par de clicks. Internet ha solucionado la vida a la humanidad.


Internet hace que no tengas que hacer nada que no te apetezca hacer. El trabajo está hecho por Internet, que es un enorme cerebro pensante. Por tanto el tuyo se puede dedicar a lo que más le apetezca hacer. ¡Aleluya!

Es una puta maravilla que la humanidad haya inventado algo que le quite el trabajo a su cerebro. Lo mismo que inventó máquinas que permitían levantar piedras sin sobrecargar el bíceps, ha inventado una movida que piense sin que tengamos que quedarnos pallá,


¡Ostras, qué puto invento! ¡A descansar se ha dicho! Un montón de circuitos conectados hacen las tareas que solían hacer mis neuronas, exangües.

¿De verdad que os gustaba usar las neuronas para “tareas productivas”? No me lo creo. Me estáis engañando.