Cristo bendito. ¿Pero se puede saber
qué libros compra mi madre? Esto es... ¡Vergonzoso!
¡Y en la portada salen dos gatitos
“como jugando”! ¡Pero bueno! Los tiempos de la Doctora Ochoa
eran tan infantiles que, no sé. Es para echarse a reír.
Supongo que lo compraría por aquella
época, ya sabéis, cuando en El País regalaron el coleccionable El
libro de la sexualidad.
Yo por aquel entonces empezaba a ser un
hombrecito y mis partes pudendas me despertaban curiosidad. Pero como
no había Internet tenía que recurrir a estos horrores.
Ahora si te pica la colita te metes en
Internet y descubres todo lo que tengas que descubrir en apenas un
par de clicks. Internet ha solucionado la vida a la humanidad.
Internet hace que no tengas que hacer
nada que no te apetezca hacer. El trabajo está hecho por Internet,
que es un enorme cerebro pensante. Por tanto el tuyo se puede dedicar
a lo que más le apetezca hacer. ¡Aleluya!
Es una puta maravilla que la humanidad
haya inventado algo que le quite el trabajo a su cerebro. Lo mismo
que inventó máquinas que permitían levantar piedras sin
sobrecargar el bíceps, ha inventado una movida que piense sin que
tengamos que quedarnos pallá,
¡Ostras, qué puto invento! ¡A
descansar se ha dicho! Un montón de circuitos conectados hacen las
tareas que solían hacer mis neuronas, exangües.
¿De verdad que os gustaba usar las
neuronas para “tareas productivas”? No me lo creo. Me estáis
engañando.