Esta cámara está antigua ya, sin
embargo la guardo. ¿Por qué? Porque mola.
Las cosas viejas, ya sabéis, no molan.
Los viejos hay que apartarlos ya que no nos son útiles para nuestros
planes maquiavélicos. Se interponen entre nosotros y ese 4x4
familiar. ¡Diablos! Hay que acabar con ellos.
Su eliminación haría que las cosas
fuesen más fáciles, porque los viejos precisan muchos cuidados. Su
existencia no aporta nada. ¿Por qué nosotros, los jóvenes, hemos
de mirar para ellos? No lo entiendo.
Los viejos no son como esos viejos de
las películas, los que tienen sabiduría y anécdotas nacidas de la
experiencia que te enriquecen y mucho. ¡Qué va! Son molestos. Son
como niños caprichosos. Sólo piensan en ellos. ¡Putos viejos!
El último que te podrías esperar que
se te colara en el supermercado es un viejo, y sin embargo son los
que más lo hacen. ¿Pero usted no se supone que es sabio y
ponderado? ¿Qué coño hace?
Los viejos se cagan y se mean encima
por necesidad, no por esparcimiento, como yo.
Los viejos huelen mal.
Los viejos, en definitiva, son un
estorbo. ¿Para qué sirven?
Lo mismo que las figuritas vintage.
Para coleccionar.