¿Has tenido un día de perros? Seguro
que yo te gano, pringado.
Primero, no me apetece escribir. Cada
día estoy menos enfadado y eso hace que tenga menos ganas de
escribir, porque tengo “menos” que sacar. Por el mismo motivo
cada vez me alejo menos de casa en mis paseos, porque ya no tengo
cabreamina en mis venas.
Si quieres energía para hacer las
cosas hazme caso, no tomes taurina, toma cabreamina. La taurina es un
cuento chino. Para niñas.
Aunque si quieres un buen chute de
cabreamina te recomiendo estar cerca de mi madre cuando está de buen
humor. Cuando mi madre está de buen humor quiere que todos los demás
a su alrededor también lo estén y es molestísimo. A ti te apetece
estar cabreado y ella tira que te tira para que estés de buen humor.
Eso te llena los depósitos de cabreamina más rápido que un
Supercharger de Tesla.
“Pues mejor, porque así tus textos
serán más humanos”. Oh. Qué bien. Textos más humanos. Lo que
siempre soñé. No te jode.
Lo gracioso es estar enfadado, estar de
buen humor no tiene ni puta gracia. No existe ningún personaje
cómico feliz. Si dejo de estar cabreado dejaré de tener gracia.
Además, si no estás cabreado dejas de
ser adictivo. Una lechuga no es adictiva, ¿a que no? No lo es porque
es sanísima. Un estado de ánimo sano no es nada adictivo para el
lector.
“Pues tendrás que desarrollar otros
recursos, Juan”. Cojonudo. Qué ilusión me hace, de verdad.
No sé, ¿no podrías decirme alguna
gilipollez? Me estoy volviendo inmune hasta a las gilipolleces de mi
madre, de verdad. ¿No tendrás por ahí algo que me mosquee que te
cagas? No sé, una opinión tuya, cualquier cosa. Estoy desesperado.