Yo no sé qué abuelos tendrá Mr.
Wonderful, pero los míos son odiosos. De geniales nada.
Mis abuelos no paran de reputear. No
paran de poner problemas. Es más, si les llego con este llavero me
lo tiran a la cabeza entre gritos.
Yo no sé qué familia tendrá Mr.
Wonderful, pero la mía es de verdad. Aquí nos odiamos todos. No nos
podemos ni ver, como las familias normales. Nos puteamos y nos
chinchamos porque así es el amor BDSM, el verdadero amor, el más
puro de todos.
Yo no sé qué amor es ese que se
esfuerza tanto en reprimir el odio de todas las formas posibles. ¿Qué
problema tiene Mr. Wonderful con el odio? ¿Qué oculta?
Yo la gente que no para de sonreír me
parece una psicópata. No sé a vosotros.
Todos los psicópatas que he conocido
parecían unas personas per-fec-tas. Hasta que se dijo algo que no
les gustaba, naturalmente. Ahí se volvieron locos y nos os quiero
contar lo que pasó.
Desde entonces a las personas
per-fec-tas las trato con distancia. Con una sonrisa mentirosa, como
sugiriendo que no quiero problemas. Yo les digo a todo que sí y me
escapo en cuanto puedo, no vaya a ser el demonio.
Por eso a mi Mr. Wonderful me da miedo.
Cuando alguien te quiere convencer de todas las formas posibles de
que es el buen rollo personificado lo más probable es que sea el mal
rollo personificado. Por eso te quiere convencer de lo contrario,
porque de decir la verdad todo el mundo le daría de lado.
Pero vamos, que vosotros podéis hacer
lo que queráis. Eso sí, luego no digáis que no os he avisado. Otro
día os enseño las cicatrices.