Pues no me acuerdo mucho de este libro.
Recuerdo que era una narración agradable. Y que salía un personaje
llamado Long John Silver, cuyo nombre mola que te pasas.
Es suficientemente delgadito para no
dar pereza y suficientemente gordito para contar. Si te lees un libro
delgadito cuenta, pero no cuenta igual que uno más gordito. Sabes lo
que te quiero decir, ¿no?
Lo importante de los libros no es su
contenido, porque ya ves, yo me he olvidado de todo el contenido de
este, lo que cuenta es exponerlos en la estantería para que las
visitas flipen con lo que lees. ¿Para qué van a servir sino? ¿No?
Si quieres saber de qué trata La Isla
del Tesoro te juegas al Monkey Island, que es parecido pero diver.
No recuerdo ni la mierda que aprende el
protagonista ni nada. No recuerdo escenas interesantes. Nada.
Recuerdo la sensación de narración agradable y a Long John Silver.
Así que a mi para lo único que me
sirve este libro es para presumir de él.
La sensación agradable de la narración
la puedo conseguir tomándome una manzanilla, que es más barata y no
me cuesta esfuerzo intelectual.
Pero vamos, que como adorno está muy
bien. Queda que te cagas. Me da un aire como de intelectual pero poco
sesudo, de amante de las sencillas novelas de aventuras del siglo
XIX.
Tampoco es que me guste a mi mucho esa
imagen, pero bueno. Como ingrediente de mi disfraz vale. Pero tiene
muchos más. ¡Muchos más!